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Inmigración

Expulsar talento

Lo recuerda como el peor año de su vida. Ernesto Lunaparra, ingeniero industrial, mexicano de 30 años, vino a España en septiembre de 2001 a estudiar el máster en Administración y Dirección de Empresas Internacional en el Instituto de Empresa. Pidió el visado en la embajada de México.

Lo recuerda como el peor año de su vida. Ernesto Lunaparra, ingeniero industrial, mexicano de 30 años, vino a España en septiembre de 2001 a estudiar el máster en Administración y Dirección de Empresas Internacional en el Instituto de Empresa. Pidió el visado en la embajada de México. 'Los trámites fueron lentos, te piden muchos papeles, pero comparado con lo que sucedió después fue una maravilla', explica Lunaparra. La pesadilla estaba por llegar. Enseguida supo que quería quedarse a trabajar en España. Y se afanó para antes de acabar el MBA tener una oferta de trabajo en firme. Lo consiguió. La empresa Coronita le ofreció un contrato en enero de 2002. Para poder firmarlo necesitaba el permiso de residencia, que tardó en llegar 12 meses. 'Estuve a punto de tirar la toalla'.

'Desgraciadamente, muchos alumnos cuando terminan el máster no se pueden quedar a trabajar en España y se tienen que ir', afirma Annemie Peeters, coordinadora del área de admisiones del MBA en el IESE. Se desperdicia mucho talento. 'Perdemos a gente muy valiosa porque no se les permite quedarse sino tienen un contrato', argumenta Nuria Guilera, directora de marketing y admisiones del MBA en la escuela de negocios Esade. Es la pescadilla que se muerde la cola. Sin permiso de residencia no hay contrato, y viceversa. 'Las empresas muchas veces cuando ven un currículo bueno les interesa fichar a esa persona, pero en ese momento. Por eso muchas veces desisten porque los plazos se hacen muy largos', explica Guilera.

En países, como Estados Unidos o Gran Bretaña, cuando un alumno que ha estudiado un máster en ese país finaliza los estudios obtiene un permiso adicional de un año por si quiere buscar en trabajo. 'Sería lo lógico, que España recogiera los frutos de la formación y el talento que ha producido. Hay empresas que están dispuestas a emplear a estos alumnos por el potencial que tienen', señala Margarita Alonso, directora de la ofician del alumno internacional en el Instituto de Empresa. Los datos de las escuelas de negocios en España hablan por sí solos: más del 70% de sus alumnos procede de países no comunitarios e invierten en España en casi dos años, entre estudios y residencia, más de 60.000 euros. No existe trato preferente ni para la recibirlos ni cuando finalizan sus estudios. Todo son obstáculos. Tal es así que las escuelas de negocios han tenido que contratar a abogados para que tramiten los permisos de residencia por estudios cuando llegan a España. 'Lo que les pedimos, una vez han sido admitidos, es que se armen de paciencia, porque los trámites desde que comienzan en la embajada de sus países o en los consulados se pueden hacer eternos', dice Guilera.

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Los alumnos de MBA invierten en España en casi dos años más de 60.000 euros

Los retrasos en la concesión de visados a estudiantes en Estados Unidos, y en algunos casos su negación, hace que el 60% de 350 universidades hayan registrado bajas en el número de solicitantes extranjeros para estudios de posgrado. Paul Danos, decano de las escuela de negocios Tuck, asegura que es importante que los estudiantes extranjeros sigan acudiendo a Estados Unidos a estudiar el MBA, informa Ana B. Nieto. 'Estamos en un mundo global que se tiene que reflejar en la composición de la clase, eso nos hace ganar riqueza y diversidad'. La posición de Danos está muy compartida por sus colegas. En Estados Unidos se está convencido que si no hay estudiantes extranjeros se pierde diversidad e intelectualidad por no mencionar que el hecho de que los visados en este país sean un problema supone una ventaja para sus competidores. Países como Canadá, Reino Unido y Australia están empezando a atraer más alumnos que quieren estudiar en lengua inglesa, algo que drena recursos y resta exposición a los centros estadounidenses. Danos es consciente de que en muchos lugares del mundo se abren escuelas muy competitivas y de que en EE UU el mercado está maduro como para crecer.

'Siempre faltaba algún papel'

Quiso venir a España a mejorar su español y a conocer la cultura empresarial. Vanessa Corojuli, nacida en Toronto (Canadá) hace 27 años, llegó en agosto de 2003 a Barcelona con la intención de hacer un máster en Dirección de Empresas en Esade. Vivió con nervios todo el papeleo en el consulado de su ciudad. 'No me ayudaban mucho, me pedían constantemente papeles y no siempre eran los que me mandaba la escuela'. Decidió tener paciencia. Llegó con un visado de tres meses y Esade, una vez en España, le evitó pasar por la misma experiencia ante la Administración. 'Me arreglaron todos los papeles para tener la tarjeta de estudiante'. Cuando acabe sus estudios sabe que tiene que marcharse. Lo hará. 'Pero hay mucha gente que quiere quedarse a trabajar, pero no puede hacerlo porque sin contrato no hay papeles y sin papeles no hay contrato', señala esta alumna, que no comprende cómo se puede desperdiciar tanto talento.

'Ningún país puede perder gente valiosa'

Hace dos semanas que se graduó en el IESE y sabe que tiene que hacer la maleta. De momento, Eugenio Tubio, nacido en Rosario (Argentina) hace 28 años, no tiene una oferta de trabajo encima de la mesa aunque la está buscando. Le gustaría quedarse y poder desarrollar en alguna compañía española todos los conocimientos adquiridos durante su estancia en Barcelona.'Ningún país debería poner trabas y perder talento. Hay que agregar valor al país y ese se encuentra en la gente que has formado', señala este alumno, muy interesado en 'entender cómo se trabaja en el mundo desarrollado'.Tubio asegura que para un profesional que quiera desarrollar su carrera a nivel internacional, es necesario en estos momentos tener experiencia en otros países. 'Se debería poner en una balanza el desempleo que existe y en otra el talento que se produce e intentar compensar una cosa con otra'.

'Un año esperando los papeles'

Esperó un año hasta conseguir los papeles que le permitieran trabajar como jefe de ventas en la empresa Coronitas. Ernesto Lunaparra, ingeniero industrial mexicano de 30 años, había conseguido, antes de acabar su máster en Dirección de Empresas en el Instituto de Empresas, una oferta de trabajo. No la pudo aceptar hasta tener el permiso de residencia. Lo recuerda como su peor pesadilla. Siempre faltaba algún papel y cuando no era así la demora se producía en la Administración. 'Me veía teniendo que marcharme. Viví una gran incertidumbre por la cantidad de papeles y de sellos que tuve que aportar', señala Lunaparra, que para prolongar su estancia como estudiante tuvo que matricularse en el aprendizaje de idiomas. 'Me interesaba mucho trabajar en España por ver una experiencia nueva. Estuve a punto de tirar la toalla muchas veces', dice.

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