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El lujo francés se rebela contra las falsificaciones

La excelencia francesa, accesible en el pasado a unos pocos, hoy está al alcance de cualquiera. No hay más que dar una vuelta por los puestos callejeros de los centros turísticos europeos y ver bolsos del prestigioso creador de maletas Louis Vuitton, polos Lacoste, pañuelos Hermès o relojes Cartier, a precios realmente competitivos. La pega es que no son auténticos. Las marcas de lujo francesas figuran entre las seis primeras que se falsifican cada año en todo el mundo, una verdadera industria paralela que cuesta a firmas como Lacoste tres millones de euros de inversión anuales para luchar contra el fenómeno. Louis Vuitton, por ejemplo, destina 14 personas de su equipo a investigar sobre la falsificación.

Así, 66 marcas de lujo, reunidas en torno a un comité, han decidido lanzar una campaña de disuasión. Iniciada el año pasado y restringida a las fronteras francesas, esta vez se dirige a los potenciales clientes del continente europeo, que crecen de forma alarmante. Sólo el año pasado se requisaron 100 millones de artículos falsificados en las fronteras de la Unión Europea, 'una cifra que se ha duplicado en sólo tres años', según el comité Colbert, responsable de la iniciativa.

Y, ¿por qué país empezar? 'Italia es un escaparate escandaloso de la falsificación', se indignan en el comité. 'Se trata de un país miembro de la UE'. 'Falsos productos se venden por todos lados, en las playas y en las principales ciudades turísticas, por ciudadadanos senegaleses explotados'. Así, cientos de anuncios disuasorios invadirán los aeropuertos internacionales de Charles de Gaulle y de Orly con salida o con destino a este país, con mensajes como 'un falso cocodrilo puede costarle auténticas lágrimas', por la compra de productos falsos Lacoste, o 'su última llamada será a su abogado', en una imagen que recoge un teléfono móvil cubierto con una falsa funda de Vuitton. Las imágenes, que se instalarán el próximo lunes, advierten además de las consecuencias de la compra, desde 300.000 euros de multa hasta tres años de prisión.

La campaña, sobre la que el comité no quisó indicar el coste, se llevará al resto de puestos fronterizos franceses a finales de junio, en el mayor despligue hecho hasta ahora. Porque, según argumentan las propias marcas, el daño a corto plazo no es tanto económico como de imagen. 'El cliente habitual se cansa del producto, que ve falsificado por todas partes', indican en el comité. 'En el mercado del lujo, precisamente, no funciona la copia barata, como pueda ocurrir con los productos informáticos, y supone un perjuicio al patrimonio industrial y al saber hacer francés'. A esto se añade la pérdida de empleos, 100.000 en la Unión Europea y 60.000 en Francia, un problema que empieza a extenderse a las pequeñas y medianas empresas.

La campaña pretende además sensibilizar sobre las consecuencias para los fabricantes de estos productos, en muchos casos menores de edad procedentes en su mayor parte de países asiáticos. 'Indra tiene siete años. Es india y trabaja 18 horas al día en condiciones indignas para fabricar el reloj falso que encontramos en los mercados de Asia, Estados Unidos y Asia'.

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