La filosofía de vida surrealista, en A Coruña
En su primer manifiesto de 1924 André Breton proclamaba que el Surrealismo tenía la ambición de ser ante todo instrumento de conocimiento; llegar a comprenderse a sí mismo, a través de la exploración del mundo subconsciente descubierta por el psicoanálisis freudiano. Esa filosofía de vida se recuerda desde hoy en la exposición Surrealismo. Max Ernst y sus amigos surrealistas, producida por la Fundación Pedro Barrié de la Maza (Cantón Grande, 9. A Coruña), y cuyo núcleo central es el trabajo del artista alemán.
La muestra se completa con los trabajos de los artistas que acompañaron a Max Ernst en la aventura surrealista, entre ellos, André Masson, René Magritte, Victor Brauner, Giorgio de Chirico, Marcel Duchamp, Miró, Francis Picabia, âscar Domínguez, Alberto Savino o Yves Tanguy. El objetivo de la exposición es destacar los estrechos vínculos que unían a los artistas surrealistas. Razones de espacio, sin embargo, han obligado al comisario Arturo Schwarz a incluir sólo a los amigos de los primeros momentos.
Para Schwarz, quien ha trabajado con André Breton y ha conocido a la mayor parte de los pintores representados, no existe un estilo surrealista, identificado frecuentemente con el de Dalí, quien fue surrealista sólo durante un período muy breve -la exposición incluye una obra suya de 1965 Personajes en el desierto-, sino que cada uno ha expresado su propio mundo interior, individual e irrepetible.
La exposición se completa con una selección de cadáveres exquisitos y dibujos comunicados, dos formas de expresión lúdica que practicaban los artistas surrealistas.
Ernst fue una figura central en el panorama de los artistas surrealistas. La exposición que le dedica la Fundación Barrié de la Maza presenta 24 de sus obras, que abarcan toda su trayectoria artística, desde Intérieur et paisage, de 1912, recién finalizados sus estudios de filosofía, psiquiatría e historia del arte, pasando por el Retrato de André Breton, de 1930, a punto de realizar su primera exposición en Nueva York, para acabar con las pinturas de finales de los 60, cuando su trabajo es reconocido con grandes retrospectivas. El artista murió en París en 1976, la víspera de su 85 cumpleaños.