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La música de Juan Palomo

De la crisis del sector musical se sabe mucho de cómo afecta a la industria (pérdidas de 1.200 empleos directos en el último año y medio y de 180 millones de euros en España) y menos de los problemas de los músicos para encontrar cobijo en unas discográficas que han reducido al máximo el riesgo inversor. Desde que el top manta y las descargas por internet exprimieron las ganancias, las multinacionales han acudido con frecuencia a la regulación de plantilla, pero los grupos han mostrado una inclinación menor a despedir al batería. Solución menos traumática y casi única es la autoedición, una forma de entender la música a lo Juan Palomo -yo me lo guiso, yo me lo como- que empuja al artista a la arena empresarial.

La Plataforma de Autoeditores (PAE) es el remedio que en 2002 ofreció Josep Coll, músico y abogado. Es una asociación de músicos empresarios, aquellos que no han podido (los más) o querido entrar en la industria por la vía tradicional y han creado su propio sello para editar sus discos. Ya son una treintena, entre los que figuran los vocacionales Kiko Veneno, Ani di Franco y Ojos de Brujo. Además, la PAE dispone de un sello que cede a los que carecen de tiempo, dinero o ganas para crear el suyo. Juntos consiguen mejores tarifas de estudios de grabación, fotógrafos, distribuidoras... Tiene alma de ONG de músicos y para músicos. La PAE renuncia por contrato a los derechos de propiedad intelectual.

La producción más modesta de una multinacional no baja de 30.000 euros. Un disco se puede autoeditar por 9.000 (grabación, edición, distribución y pequeña promoción incluida). Fabricar cada unidad cuesta alrededor de 2 euros y se vende por 12. La inversión se salva a partir de las 800 copias colocadas sin intermediarios. Pero las ventas de los que se autoeditan por necesidad no van mucho más allá, por más que el grupo sea numeroso y presione a los allegados. El fin es otro: el disco sirve de carta de presentación para los conciertos, inmunes a la piratería. Un grupo medio cobra 2.000 o 3.000 euros por una actuación contratada por un ayuntamiento. Nuevos tiempos: después de sufrir eterno desprecio, los derechos de management aparecen ya en los contratos de las multinacionales.

La autoedición está supliendo la falta de promoción de grupos. En 2003 pasa de excentricidad desesperada a recurso viable

La autoedición está salvando la música. La promoción de grupos entre 2000 y 2002 fue casi nula. A las causas ya conocidas se añade la concentración progresiva del sector. Crear un sello propio pasa en 2003 de excentricidad desesperada a recurso viable. Resultado: ese año se graban 25.500 discos, un número 'halagüeño' a juicio de Fernando Neira, de la SGAE. Se registran 233 nuevos sellos (casi todos de nuevos artistas) y otros 97 en lo que va de 2004, cuando hasta entonces no superaban el centenar anual. Coll ha asesorado a 150 grupos en los dos últimos años. Abreviando, ahora se autoeditan los que antes se cruzaban de brazos.

'De las multinacionales no te puedes fiar y las independientes no tienen pasta para promocionarte', resume Borja Duñó, cantante de Tuesday Afternoon y miembro de la PAE. El grupo dejó la discográfica que grabó su primer disco por divergencias insalvables entre entusiasmos de grupo y sello. Preservar la libertad artística es el motivo de los ilustres. El cantautor Quique González ha grabado su disco menos comercial desde su sello. Una fuente anónima de una multinacional desvela que el barniz romántico esconde a veces una negativa del sello a pagar los adelantos a los artistas tras un fracaso comercial.

El fenómeno también cambia al artista. 'Se acabó la imagen del músico tonto', proclama Coll. Además de alternar con musas y bohemia, el que quiera grabar tendrá que frecuentar abogados y registros, apuntarse a cursos para negociar... 'El músico ha de ser cada vez más empresario'.

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