El retrato más íntimo de Amalia Avia
Decía el pintor Lucio Muñoz (1929-1998), en una conferencia en la Universidad Complutense en 1996, que un cuadro es un fragmento del trayecto recorrido. Un pequeño resumen de la experiencia vivida. Su esposa, Amalia Avia, después de años pintando la realidad en sus cuadros, retrata ahora su vida y las vidas que por ella han pasado en De puertas adentro (Taurus). 'Era un sueño anhelado desde hacía tiempo', confiesa esta representante de la pintura realista de finales de los cincuenta. En 1980 se rompió dos vértebras y tuvo que guardar reposo. Ante la imposibilidad de coger los pinceles, cogió la pluma y empezó a hilvanar recuerdos. Reconoce que influyó su pasión por las memorias. Las vidas reales siempre le han interesado más que las de ficción, lo sabe toda la familia, por eso cuando sus hijos le tienen que hacer un regalo, ella les pide un libro de memorias.
Amalia Avia ha trabajado en las suyas durante años, compaginándolas con la pintura, y al final, la convencieron para que las publicara. El resultado es un libro que no es sólo el relato de la infancia y adolescencia de la artista, su transformación en pintora, el matrimonio con Lucio Muñoz y sus relaciones con el mundo de la pintura, es también una crónica de la transformación política, social y cultural española en el siglo XX.
Sus memorias bien podrían dividirse en dos partes: la vida antes y después de Eduardo Peña, el profesor de pintura a cuyas clases en el estudio de la calle Arenal comenzó a asistir Amalia Avia cuando tenía 23 años.
La artista nació en Santa Cruz de la Zarza (Toledo) en el seno de una familia de la burguesía conservadora, pero su infancia transcurrió en Madrid. Los años anteriores a Peña son años en blanco y negro, los de la guerra civil, del asesinato de su padre, de la enfermedad y muerte de dos de sus hermanos, de la negativa experiencia del colegio de monjas, los años de la vuelta al pueblo, a un mundo de lutos. Pero en el relato de los primeros años de Amalia Avia no faltan los momentos de ilusión, después de todo 'los niños sacan fuerzas de donde pueden'.
Y de nuevo vuelta a Madrid. La ciudad siempre le ha fascinado. Cuenta Amalia en sus memorias que en un Santa Cruz sin coches ni tractores, el olor que dejaba el coche de sus tíos le recordaba a Madrid y le hacía gritar ¿Os dais cuenta de cómo huele a Madrid? Instalada en la capital, cómo su afición por el dibujo seguía intacta, se decidió a tomar clases en el estudio de Peña. Más tarde, abrió un estudio con tres amigas, asistía a las clases del Círculo de Bellas Artes y empezó a relacionarse con jóvenes pintores. Después llegaría la boda con Lucio Muñoz y Amalia Avia empezó a compartir los pinceles con la escoba. No eran tiempos fáciles para una mujer y menos para una artista. 'En algunos catálogos de exposiciones, yo era la única mujer'. En casa, la pintora asumió que el maestro era Lucio Muñoz. æpermil;l había estudiado la carrera de Bellas Artes y se dedicaba de lleno a la pintura. 'Luego, no. Exponía mis cuadros sin enseñárselos', comenta divertida.
En su primera exposición, en la galería Fernando Fé, en la Puerta del Sol, solo vendió un cuadro, y a un amigo de la familia que pagó por él 3.000 pesetas. La manera de pintar de Amalia Avia no iba con unos tiempos en los que el arte abstracto empezaba a pegar con fuerza. A la artista siempre le han gustado más los pintores abstractos, porque es lo que ha vivido. 'Lo interesante eran las vanguardias', asegura, pero a ella no le salía. Después la pintura realista se puso de moda.
Amalia Avia prepara una nueva exposición para finales de año en la Galería Juan Gris (en estos momentos, hay tres cuadros suyos en la colectiva Palabras pintadas, organizada por Caja Madrid). A la artista apenas le quedan rincones de Madrid -puertas, tiendas, garajes, casas- por pintar. El Madrid moderno no le interesa para pintarlo. 'Me resulta frío, tiene que haber pasado más gente por las barandillas y las escaleras'.
Recordando a los amigos
Uno de los propósitos de Amalia Avia con sus memorias ha sido recordar a personas queridas, muchas del mundo de la cultura. Por las páginas del libro desfilan personajes como Antonio Antoñito López, gran amigo, a quien la pintora atribuye el mérito de situar la pintura realista en vanguardia, justo en el momento de esplendor de lo abstracto. Además, los hermanos López Hernández, Julio y Paco -el primero de ellos casado con Esperanza Parada, una de las amigas con las que Amalia Avia creó el estudio-, Manolo Raba, Eduardo Chicharro, Eusebio Sempere, Joaquín Ramo Capi, Carmen Laffón, Paco Nieva, José Ayllón.La artista y su marido conocieron a los grandes artistas del siglo, como Eduardo Chillida o Salvador Dalí, al que visitaron en Nueva York.Amalia Avia también guarda un recuerdo especial para Juana Mordó, a la que siguió cuando se independizó de la Galería Biosca. Proyecto que, por cierto, se gestó en su casa de Hilarión Eslava.