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CincoSentidos

Puerta de los prodigios

Cuando hablamos de camino jacobeo estamos aludiendo, más que a una calzada material, a una idea grande, espiritual y cultural, compleja. La ruta jacobea que discurre por España, desde el Pirineo hasta Santiago de Compostela, es la aorta que recoge el fluir de innumerables venillas y senderos de toda Europa. En las 'terminales' de Somport y Roncesvalles confluían cuatro vías principales en territorio francés, que a su vez absorbían el tráfico jacobeo procedente de caminos menores. Cuatro eran esas vías: en Somport desembocaba la Vía Tolosana, que venía de Toulouse, Arles y Montpellier. En Roncesvalles confluían la Vía Podense, que salía de Le Puy; la Lemovicense, procedente de Limoges y Vézèlay; y la Turonense, que, procedente de París, pasaba por Tours. A muchos les sorprendería la lozanía actual de estos caminos europeos, la fuerza de su tradición y lo bien cuidados que están, aunque no tan explotados como en España.

Uno de estos cuatro ramales, el podense, arrancaba en Le Puy-en-Velay, uno de los enclaves más impregnados de misterio de toda la geografía jacobea. Los romanos llamaron Podium al lugar, es decir, pico o podio: de ahí el topónimo francés puy (que en Aragón dicen pueyo, y puig en catalán). La magia de la piedra es evidente, y ha ejercido su poder desde la prehistoria; uno de los enigmas de la zona es la llamada table des bergers (mesa de los pastores), un monolito plano con una constelación de signos indescifrados. En la Edad Media, una virgen negra atraía con sus milagros a multitud de devotos; luego éstos se mezclaron con los peregrinos que iniciaban aquí su viaje a Compostela.

La escenografía de Le Puy sigue dejando estupefacto al viajero. Tres picos (número mágico) afilados como colmillos sobresalen en el labio de lo que fue un cráter -la Auvernia-, donde se encuentra el lugar, en un país formado por volcanes, apagados ahora, desmoronados o hundidos, convertidos a veces en plácidos lagos. Sobre el pico más alto, llamado Corneille, se alza una imagen gigantesca de la Virgen, fundida con el bronce de cañones conquistados en Sebastopol, y que regaló Napoleón III; la imagen sostiene al niño con el brazo izquierdo, el lado siniestro: cuando el escultor se dio cuenta, se arrojó al vació desde lo alto del coloso, eso dicen. En el otro pico cercano se asienta la catedral románica, y el nudo de callejas medievales. Más alejado, señero y liso, se yergue el pico Aiguithe, de 82 metros, coronado por una capilla consagrada en el año 962 y a la cual hay que acceder por una escala tallada en la roca de 250 peldaños.

Este escenario mágico vivió en la Edad Media una extraordinaria agitación. Seis papas vinieron al Puy, entre ellos Urbano II, que convocó a todos los obispos de Francia para predicar la primera Cruzada. Y 14 reyes de Francia, de Carlomagno (en el 772) a Francisco I (en 1533); algunos monarcas que habían peregrinado hasta la virgen negra, proseguían luego su periplo a Compostela. Para llegar a la catedral hay que vencer una escalera interminable. El premio es la fresca penumbra de un templo románico de enormes proporciones, con una impresionante fachada de sabor bizantino, realizada con piedras volcánicas de diversos colores.

Esa policromía es especialmente seductora en el claustro, que posee cierto ambiente morisco. Aunque la virgen negra sigue siendo muy visitada, la atmósfera de las callejas que descienden desde la catedral hasta la Place du Plot, corazón del casco viejo, es muy diferente; sólo en otoño, con ocasión de una fiestas medievales que duran varios días (le Roi de l'Oiseau) recobran su antigua estampa. Le Puy es un concentrado de fuerzas y misterios muy presentes en toda la región. Hay otras vírgenes negras, con soberbios santuarios románicos (como el de Orcival), hay otros picos y volcanes, el más excelso, el Puy-de-Dome, junto a la capital de la región, Clermont-Ferrand, una villa medieval desde la cual el papa Urbano II lanzó a la cristiandad a la aventura loca de las Cruzadas. Las grandes ideas que han removido la historia parecen contagiadas de la desmesura, patente en el paisaje, de las fuerzas telúricas.

A muchos les sorprende la lozanía actual de estos caminos europeos

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