Votar después de la tragedia
Desde que salí a gatas del tren quería votar'. Los operarios de la ambulancia que trasladarán a José Zafra Torres a ejercer su derecho esperan mientras se acaba un bistec sin sal. José, ingresado en el hospital 12 de Octubre, es uno de los 252 heridos por el atentado del pasado jueves que permanecen hospitalizados. 'Ahora ponemos la sirena y pasamos a todo trapo', bromea Zafra sin que se le vaya de la cara esa media sonrisa picarona que le hace olvidarse de la tragedia que vivió hace apenas cuatro días. Está magullado, le duele todo, pero, al preguntarle qué edad tiene, contesta que tres días. 'Yo volví a nacer el jueves junto a la calle Téllez y, mira, ya sé andar y todo', confiesa. Los enfermeros sonríen.
José Zafra puede cumplir su derecho al voto gracias al dispositivo puesto en marcha para estas elecciones por primera vez en Madrid. Todo enfermo que lo solicite, y si el médico considera oportuno darle el permiso, será trasladado en ambulancia a su colegio electoral.
Muchos son los que no se han enterado; otros, cuyas heridas no les permiten moverse, solicitaban ayer una urna en el hospital. 'Le habíamos pedido a la ministra de Sanidad, Ana Pastor, que abriera la posibilidad de votar a los heridos que no pudieran salir del hospital', comenta un familiar.
A media tarde de ayer 15 personas habían solicitado este servicio desde el 12 de Octubre, el hospital de Getafe y el Severo Ochoa. Al menos cuatro de ellos, hospitalizados en el 12 de Octubre, fueron víctimas del atentado. Dos son José Zafra y Cayetano Abad, este último iba con su hija de 14 años en el tren que explosionó en El Pozo.
'Nos vamos de excursión', dice Zafra en su primera salida del hospital. 'Voto porque hay que echar al amigo del pistolero', asegura sin tapujos. 'Que se vaya, que no nos ha dado ninguna respuesta, ni del barco (el Prestige) ni del avión (Yak 42) ni seguro que del atentado hasta después de las elecciones'. Sale del hospital en silla de ruedas.
Son las 14 horas y José Zafra llega en ambulancia al colegio García Morente. Pisa Entrevías, donde lleva viviendo 46 años. Zafra atraviesa en silla de ruedas un rastrillo instalado a las puertas del colegio. 'Pepito, hijo'. Amigos y familiares rodean a José mientras avanza a trompicones. Besos, abrazos y miradas cómplices de los vecinos. José se pone en pie, rechazando la ayuda de los enfermeros. Los vecinos lo miran y él enseña su papeleta con orgullo. 'Mirad a quién voto' Enseña la papeleta del PSOE.
A la salida le espera su madre, de 80 años, primos y amigos. Satisfecho, Zafra se fuma un cigarro, con la mirada cómplice de los conductores de la ambulancia. Zafra conversa con amigos y vecinos. En el corro se comenta lo que supone sumar a la amenaza de ETA la de Al Qaeda. Y resaltan la sorpresa de que El Pozo del Tío Raimundo o Entrevías, barrios muy populares de Madrid, pudieran sufrir un atentado.
Aplausos
A Cayetano Abad lo aplaudieron ayer cuando depositaba su voto en el colegio Ciudad de Valencia, de Santa Eugenia. Trabajador de Hacienda, las dos explosiones del tren de El Pozo le cogieron cuando acompañaba a su hija Ana al instituto. Fatalidad, pues generalmente suele ir en coche con su madre. 'Creí que estaba muerto y volví a despertar'. Pero una sola convicción: 'No he cambiado mi voto por lo que ha pasado', reconoce, 'he votado a quien iba a votar antes'. Su mujer, Pilar Guerrero, lo acompaña. Pero prefiere no desvelar sus preferencias políticas.
Como todos los heridos, Cayetano revive la experiencia de aquellos segundos que cambiaron su vida y la de otras 1.606 personas heridas en el atentado del 11 de marzo. El instinto lo llevó a cubrir a su hija cuando la bomba estalló. 'Fue un milagro que mi hija no sufriera ni un rasguño', cuenta junto a su mujer. 'Tras el estallido, mi hija sólo preguntaba por sus gafas, que aparecieron intactas en su mochila, y por un trabajo que llevaba al colegio'. Cayetano, con la frente llena de metralla y la nariz reconstruida, sólo quiere volver a la realidad.
'No he cambiado mi voto a pesar del atentado', asegura Cayetano Abad
'Vi a Pilar cuando nos auxiliaban en el andén. Nos salvaron a la vez'
'Íbamos juntos en el tren, pero yo no me fijé en él', declara Pilar Martín, de 50 años. Se refiere a Edison, de 33. Ahora comparten pared, en cuartos contiguos, en el hospital 12 de Octubre. Sufrieron el atentado en El Pozo del Tío Raimundo que les ha dejado marcas físicas y emocionales.Ambos están anímicamente muy afectados y ninguno ha podido votar. Pilar no podía moverse a causa de sus múltiples heridas y Edison, colombiano, no tiene la nacionalidad y, por tanto, no puede votar. Edison observó como auxiliaban a Pilar en el andén de El Pozo y la reconoció hace unos días en el 12 de Octubre.Edison visita varias veces al día a Pilar. Juntos rememoran aquellos segundos eternos y se cuentan qué sintieron y sus esperanzas de dejar ese episodio atrás. 'Recuerdo una explosión y la sensación de que algo me tiraba de los zapatos, luego, un abrir y cerrar de ojos, y de repente, vi una luz y un chico con un jersey gris que me sacó a la calle y me sentó en un banco', cuenta Pilar, en imágenes como de un sueño.Las caras se le han quedado grabadas, como la de aquel joven marroquí que le ofreció su abrigo para taparse. Al poner el televisor hace dos días, Pilar vio a aquel joven saliendo del Gregorio Marañón. Edison se decidió a tomar el tren, y no el autobús como había pensado en un principio, en la Sierra de Guadalupe. 'Vi como se abrió el techo del tren', recuerda, 'me fui para atrás como si un viento me llevara. Cuando caí, estaba ahogado y respiraba como un pez sacado del río'. Edison pensó en sus hijos. 'Cuando me sacaban del tren, vi a Pilar. Nos salvaron a la vez'.