Los servicios sanitarios, de seguridad y judiciales, desbordados
El inmenso dolor no dejó que se paralizaran los servicios para atender a las decenas de muertos y miles de heridos atrapados en las tres estaciones donde estallaron las bombas. Fue la mayor movilización de servicios de emergencia de la historia de Madrid, a los que se sumaron cientos de ciudadanos, profesionales e instituciones del resto del país.
A las 8, los primeros equipos de emergencia comenzaron a llegar a las zonas afectadas, pero pronto se vieron desbordados por una situación 'catastrófica', como la denominó el Samur. Se improvisaron entonces automóviles particulares, taxis, coches de policía e incluso varios autobuses de la EMT para trasladar cuanto antes a los heridos de mayor gravedad a los hospitales.
Mientras los servicios de emergencia de la capital se desbordaban, del resto de España llegaba el apoyo incondicional de instituciones y organismos.
Ifema se convirtió en un depósito improvisado de cadáveres
Los centros sanitarios de comunidades como Cataluña, Valencia, Extremadura y Andalucía se pusieron a disposición de los madrileños, mientras que decenas de psicólogos, forenses y enfermeras se trasladaban a la capital desde otras provincias para ayudar a las víctimas.
Las 2.700 farmacias de la región se ofrecieron para prestar 'sin limitación alguna' todos los servicios farmacéuticos que necesitaran los heridos.
Mientras, en los centros de donación habilitados en la capital comenzaron a llegar bolsas de sangre de hospitales de toda España, que se sumaron a la cedida por los madrileños en improvisadas unidades ubicadas en la Puerta del Sol y en la Plaza de Castilla. Allí, durante toda la mañana hubo colas de gente ofreciendo su sangre para los heridos.
También se movilizaron el conjunto de las fuerzas de seguridad del Estado, que recibieron refuerzos desde toda España. Europol, la entidad que coordina la cooperación entre las Policías europeas, ofreció 'toda su ayuda' a las autoridades españolas y condenó el atentado.
A las 10, el juez de guardia en la Audiencia Nacional, Juan del Olmo, llegaba a la estación de Atocha, lugar del primer atentado, en compañía del juez decano, Ismael Moreno, dos fiscales y otros tantos forenses. Los jueces Garzón, Ruiz Polanco y Andreu, también de la Audiencia Nacional, llegaban poco después al lugar de los atentados. Paralelamente, a El Pozo y a Santa Eugenia se desplazaron cinco equipos de los juzgados de Plaza de Castilla.
Inmediatamente fue declarado el protocolo de catástrofe para el rápido levantamiento de cadáveres sin necesidad de autopsia. El lugar elegido para trasladar los cuerpos de todos los fallecidos fue el pabellón número 6 del recinto ferial de Ifema, que se convirtió en un improvisado depósito de cadáveres. Los primeros cuerpos comenzaron a llegar a Ifema alrededor de las 15:00. Allí les esperaban un equipo de 70 forenses y equipos de policía científica para ayudar a los familiares de las víctimas a identificar los cadáveres, muchos de ellos gravemente calcinados.
Mientras, el pabellón número 10 de este mismo recinto ferial se habilitó para recibir a los familiares de las personas desaparecidas. Más de un centenar de psicólogos de Cruz Roja, Samur, policía nacional y voluntarios particulares acudieron a dar tratamiento psicológico a los familiares. También acudieron a dar apoyo cuarenta asistentes sociales de la Concejalía de Asuntos Sociales del Ayuntamiento de Madrid. Los familiares fueron acudiendo poco a poco con semblantes desencajados, pero no lloraban porque no habían agotado sus últimas esperanzas, y confiaban en no encontrar allí al familiar desparecido.
Al llegar al pabellón 10, los familiares eran llevados a una 'sala de acogida' donde los psicólogos y la policía científica les interrogaban para tratar de averiguar la identidad de los fallecidos. Todo el dispositivo de Ifema fue controlado desde el autobús que alberga el Centro Integrado de Coordinación e Información del Samur.
La tragedia expresada en una frase
Atocha Antonio López, trabajador 'Había trozos humanos por todos sitios'Antonio López se trasladaba en coche a la obra en la que trabaja cuando escuchó las explosiones en la estación de El Pozo. Las imágenes vistas le afectaron hasta tal punto que 'me he puesto a andar y he llegado hasta aquí, Atocha, no puedo ir a trabajar... he visto trozos humanos por todos sitios, eso hay que verlo'.El Pozo Daniel, estudiante 'Cojo siempre ese tren, pero hoy me dormí'Daniel, de 17 años, corría hacia la estación para no perder el tren que cada mañana le lleva al colegio Niño Jesús del remedio. 'No me lo puedo creer, cada mañana cojo ese tren para ir al colegio. Hoy me quedé dormido'. Daniel tuvo suerte de no haberse despertado a tiempo. Un compañero de clase perdió a un familiar.Santa Eugenia Pilar Galán, Auxiliar de clínica 'He visto cuatro muertos, pero había más'Cuatro horas después de que se hubiera producido la explosión en la estación de cercanías de Santa Eugenia, Pilar Galán, una joven auxiliar de clínica aún seguía temblando visiblemente mientras contaba lo sucedido. 'Cuando he llegado al anden yo he visto cuatro muertos, pero había más, también he ayudado a sacar a otra persona'. Atocha Empleado del Samur 'No quiero entrar ahí, no quiero verlo'Un empleado del Samur que se disponía a entrar en la estación de Atocha donde minutos antes habían explotado tres mochilas bombas imaginaba lo que iba a encontrarse. 'No quiero entrar ahí, por lo que me han contado que hay... prefiero no entrar, no quiero verlo, aunque sé que tendré que ir' decía mientras preparaba el equipo sanitario.El Pozo Mónica, guardia de seguridad 'En el andén todo eran restos, gritos y humo'Mónica trabaja como guardia en Telemadrid. Su hija cruza las vías todos los días. Su hermana usa el tren para ir al trabajo. Ayer, la primera no había salido aún de casa. La segunda, eligió viajar en autobús. 'Cuando oí las explosiones corrí a la estación. Al llegar, todo eran restos humanos, humo y gritos de auxilio'.Hospital 12 octubre Herido en el atentado 'Quería moverme, pero no podía'El estallido le sorprendió durmiendo en el tercer vagón. Con la cara moteada de rojo por las esquirlas y aún medio sordo, cuenta que al abrir los ojos lo vio todo negro 'por el polvo que flotaba. Quería moverme, pero no podía', cuenta. Su bolsa está manchada de sangre: una chica cayó inconsciente sobre ella. 'No sé si estaba muerta'.