Dimisiones masivas en la cúpula científica de Francia
Cientos de batas blancas invadieron ayer el centro de París. Esta vez no se trató del personal hospitalario, en crisis hace sólo unos meses cuando más de 15.000 personas murieron por la canícula que asoló la capital gala, sino de científicos de renombre, algunos premios Nobel, quienes rompieron su silencio y habitual tranquilidad para gritarle al Gobierno 'salvemos la investigación'. Pese a que la comunidad científica se bate desde hace dos meses para denunciar la penuria de la investigación pública en la segunda economía europea (por debajo del 3% del PIB nacional), fue ayer cuando explotó su cólera.
Las poco acertadas palabras del primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, han contribuido, sin duda, a adelantar lo que parecía inexorable a sólo dos semanas de las elecciones regionales. 'No estamos en un mercadeo', declaró el primer ministro al diario Libération como respuesta a la mala acogida de la comunidad científica del suplemento de 3.000 millones de euros que el Gobierno está dispuesto a dar a la ciencia, 'sino frente a la construcción del futuro del país'. Y precisamente en esta construcción dicen creer los 2.000 directores de laboratorios y jefes de equipos científicos que presentaron su dimisión durante la asamblea general que mantuvieron en el Ayuntamiento de París. 'La dimisión no es ni un fin en sí mismo ni la parálisis del movimiento, sino un paso obligado', explicó el portavoz del colectivo Salvemos la Investigación, Alain Trautmann. Movimiento al que ya se han unido más de 65.000 investigadores, todos firmantes de una carta dirigida al Ejecutivo galo en la que la comunidad científica pide mayores inversiones y un mejor trato a los jóvenes investigadores, que en los últimos meses han sufrido la supresión de 550 puestos.
Si bien el Gobierno considera que la dimisión de una parte de la comunidad científica no tendrá mayores consecuencias a corto plazo -de ahí su falta de verdadero interés durante los dos últimos meses-, la dimisión masiva podría paralizar muy rápidamente la maquinaria científica, en el momento en que los directores, ausentes, dejen de realizar pedidos de productos o de material a los laboratorios, o de firmar acuerdos de desplazamiento de los investigadores.
La rebelión científica, secundada por 65.000 técnicos, supone un duro revés para el Ejecutivo galo, que tiene que lidiar con un déficit del 4,1% del PIB
Las reivindicaciones científicas cuentan, además, con la presión electoral. Si hasta hoy la opinión pública no se ha mostrado demasiado receptiva a sus demandas, los últimos sondeos muestran que un 82% de los franceses aprueba el movimiento de protesta, un apoyo simbólico a pocos días de los comicios.
Ahora es el turno del Ejecutivo. 'Si los 3.000 millones de euros prometidos por el Gobierno se concretasen estaríamos muy contentos', explican. 'Sin embargo, sólo es la reformulación de la promesa del presidente Jacques Chirac de dar el 3% del PIB a la investigación. Lo que necesitamos son respuestas concretas y no más promesas'. El presupuesto dedicado a investigación supera, en todo caso, la media de la UE, que está en el 1,98% del PIB, muy por encima de España, que sólo dedica el 0,96% del PIB a inversión.
La rebelión científica es otro revés para el Ejecutivo galo, que tiene que lidiar con un déficit público que en 2003 alcanzó el 4,1% del PIB.