Argumentos cambiantes
Una semana esperando un guarismo. La dichosa cifra de empleo de febrero. Llega y el mercado de renta variable apenas reacciona. Lo hacen, y de forma casi escandalosa, los de renta fija y el cambiario. Pero no la Bolsa. Los operadores, extrañados, no pueden menos que seguir el mercado pues, ya se sabe, más vale equivocarse acompañado que acertar en solitario.
Los analistas, por su parte, o se lo veían venir o esconden muy bien el despiste. Señalan que no el enfriamiento de las perspectivas no es causa de un cambio de tendencia. Curiosa afirmación, teniendo en cuenta que, precisamente, lo que hizo cambiar las tornas de los mercados cuando pasaron de pintar mal a pintar bien fue, precisamente, las expectativas sobre la economía.
Claro está que ver los toros desde la barrera es la mar de sencillo. Dentro del mercado no se puede andar uno con disquisiciones sobre lo que es importante o no. Por esta razón la reacción del mercado ha sido esta vez, y es en tantas ocasiones, aparentemente poco racional. Son los precios, y no el raciocinio, lo que determina qué es o no relevante. En consecuencia, buscar a posteriori explicaciones a hechos que no terminamos de comprender es una tarea que sólo conduce al desgaste del seso.
El mercado actual es, para bien o para mal, más fácil que todo eso. O se está dentro o fuera. Si se está dentro hay pocas alternativas a la renta variable. Los bonos han recibido un empujón las últimas dos sesiones, pero el sentimiento no les es muy favorable. Y la Bolsa goza del favor del mercado. Conclusión: Bolsa o liquidez.
Ahora, si uno se pone en la piel de un gestor, ¿cómo puede justificar ante sus clientes que, después de tres años de pérdidas sangrantes, se mantiene al margen de la última revalorización? Sólo el planteamiento de esta disyuntiva provoca sudores fríos en las mesas de negociación. Por eso el dinero sigue entrando en la Bolsa. Sólo los Warren Buffett de turno pueden permitirse el lujo de estar fuera.