De la complacencia a la preocupación
Los dos datos de confianza que se publicaron ayer -la de los empresarios alemanes y la del consumidor estadounidense- arrojaron seospechas sobre la sostenibilidad del buen momento económico. O sobre el grado de realismo de las expectativas creadas últimamente en los mercados financieros, que sólo se han reflejado a medias en la economía real.
No se trata de que baje el índice Ifo o la confianza de EE UU. Son las causas que provocan este enfriamiento del negocio las que pueden preocupar al mercado, que hasta el momento no dejaba que la moderación de las expectativas o los recortes de los índices alterasen el optimismo dominante.
En Alemania es el ascenso del euro frente al dólar lo que ha aplacado el optimismo de los empresarios, un bien por cierto aún escaso en la Europa central. Mientras de puertas afuera la mayor parte de responsables políticos afirma aceptar con el euro fuerte, en el mercado se habla de sudores fríos en las reuniones de ministros de la UE. Sin demasiado dinamismo interno, las exportaciones a Asia y Estados Unidos son el motor en el que confía Europa, y un euro fuerte tiene impacto por necesidad. En Estados Unidos la cuestión es, igualmente, de Perogrullo. No se crea empleo y, por tanto, la confianza del consumidor decae.
El cambio de tendencia en estas variables es, pues, normal, y debería estar en las quinielas del mercado. Pero, a fuerza de dar vueltas a los argumentos, las cifras y las expectativas, el inversor termina por no darse cuenta de los temas más evidentes. Y, normalmente, hace falta un dato como alguno de los publicados ayer para despertar a los parqués.
Lo más probable es que a partir de los próximos días se acreciente el interés del mercado por los asuntos más espinosos de la coyuntura económica. La complacencia por la mejora de los últimos meses puede dar lugar a la preocupación, si bien ambos sentimientos están justificados. De factores más subjetivos dependerá, en todo caso, la traducción bursátil de este cambio de agujas.