Aventura, otra forma de viajar
Son la antítesis del turista. Se consideran viajeros y aspiran a exploradores. Huyen de las zonas masificadas donde hay más turistas por metro cuadrado que nativos. Están un paso por delante del resto. 'No se trata de un turismo de aventura, es otra cosa. Se trata de no ver un hombre blanco', declara Íñigo Manso, cuyo deseo sería haber vivido en el tiempo de los grandes exploradores del XIX.
Cuando su familia y su trabajo al frente del grupo Actúa se lo permiten, prepara una escapada. 'Antes vivía para viajar. Llegué a volver de Tanzania y, al día siguiente, volar al Himalaya', declara. La lista de sus viajes es apabullante. Ha estado en los cinco continentes, ha subido a varios ochomiles (montañas de más de 8.000 metros), ha hecho rafting, submarinismo, ala delta, ha dormido en la Antártida a 18 grados bajo cero sobre la piel de los renos o ha atravesado el territorio de los masai con un grupo de guerreros de esa tribu y el desierto del Sahara en una caravana de camellos. 'Ser original es volver a los orígenes, por eso me gusta viajar como lo hicieron sus habitantes durante siglos', enfatiza. Su despacho da fe de sus viajes con fotos a tamaño póster.
Pero no es el único. Medio millar de españoles se agrupan alrededor de la Sociedad Geográfica Española (teléfono 915 283 847), una asociación sin ánimo de lucro que tiene como objetivo principal los viajes. Hacen tertulias geográficas en las que grandes viajeros se cuentan unos a otros sus aventuras. 'No pedimos ningún currículo especial ni carné de aventurero para ser miembro. Y la cuota es de 60 euros al año', declara Salvador García-Atance, su presidente. La sociedad puede ser una buena puerta para 'todos aquellos a los que les interesa viajar pero no les gusta hacer turismo', dice García-Atance.
Pero la sociedad ofrece más. Se puede conocer a mucha gente con los mismos gustos y con la misma manera de entender el viaje. Y, quizá, un compañero de excursión. Aunque Salvador García-Atance es un viajero, lo que le gusta es la montaña. 'No he subido a ningún ochomil aunque sí varios sietemiles. La diferencia entre un sietemil y un ochomil, es que en estos últimos, especialmente en los fáciles, te puedes encontrar con 600 personas en el campamento base. Y en los de 7.000 metros, por haber, no hay ni campamento base', señala.
Y es que los viajeros no entienden las multitudes. Y, sobre todo, los viajeros no buscan presumir 'como muchos de los que suben a los ochomiles', remarca. Y es que la aventura está de moda.
Otro viajero, y miembro de la Sociedad Geográfica Española como los otros dos, es Diego Azqueta, que entre otras ocupaciones se dedica a intermediar en la compraventa de grandes buques. Pero a diferencia de aquellos, Azqueta es un profundo conocedor y defensor de las culturas indígenas del mundo. Sus viajes están ligados a la antropología. No en vano es fundador de la ONG Watu Acción Indígena. Recientemente estuvo en el norte de Brasil, con los zoes, un pueblo sin contacto con el hombre blanco. 'Estamos preparando un programa para ayudar al Gobierno brasileño a mantener a esta tribu aislada como hasta ahora', dice.
Pero no todos coinciden en cómo preparar un viaje. Íñigo Manso, por ejemplo, considera que 'mientras más dura sea la aventura más hay que preparar el viaje y más dependes de los nativos de la zona'. Sin embargo, no siempre está claro que lo mejor sea contar con la población. Por supuesto, ninguno de ellos se plantea contar con guías locales profesionales. 'Lo más difícil es conseguir un contacto en la zona', declara Manso, que consagra el éxito del viaje a contar con un buen acompañante local. Otro tema básico es la logística, conseguir transporte, manutención y hospedaje en zonas donde no llega el hombre occidental. Pero lo principal es saber si dentro de uno mismo hay un alma de explorador.
Una empresa para experiencias personalizadas
'La gente pide poca aventura', declara Alex Fuller, dueño de Ámbulo, empresa que organiza viajes a medida. 'A mí sí me gusta la aventura, pero debo adaptarme a lo que los clientes piden', matiza. Fuller, un inglés afincado en España desde 1991, abandonó tras 10 años su carrera de consultor para dedicarse a lo que le apasiona, los viajes.La gente que solicita sus servicios, muchas veces parejas, quiere viajar de forma personalizada, al margen de grandes grupos. 'Saben el país al que quieren ir y tienen una idea aproximada de lo que buscan, pero me piden consejo de si es la mejor temporada o de qué cosas visitar o hacer', dice Fuller.Aunque los destinos de Ámbulo (913 575 533) son los mismos que los de otras agencias de aventura, lugares considerados exóticos, ofrece a sus clientes un paso más allá. 'Un viaje organizado te lleva a la orilla de un lago maravilloso, a un hotel estupendo. Yo les propongo una marcha de dos días desde el lago a una aldea y poder dormir en una cabaña', señala.Pero matiza que no es lo usual. 'La gente busca flexibilidad, salirse de las rutas turísticas, pero está poco dispuesta a la aventura'. Prescindir de los paquetes clásicos implica sufrir. 'No hay hoteles, la comida es la de los nativos y hay insectos. Y la gente no quiere ir a pasarlo mal', indica Fuller. 'Yo puedo montar este tipo de viajes, pero la gente lo que me pide es un circuito tradicional con poquito más', suspira.En sus viajes siempre cuenta con el servicio de un guía local que generalmente Fuller conoce personalmente. Sus principales destinos están en el sudeste asiático, Australia, el centro de África y Suramérica.
A tener en cuenta
Multitudes no Si un país sale en una revista famosa o se pone de moda pierde su encanto.Conocerse Es vital saber los propios gustos y capacidades. Si el destino no está acorde, el viaje será un infierno.Compañeros No se debe viajar con gente que no busque lo mismo que uno. Muchos viajeros prefieren ir solos.Flexibilidad Hay que estar dispuesto para la sorpresa y el cambio.Preparación Hay quien opina que el viaje debe estar muy preparado. Otros defienden que es mejor la improvisación.