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CincoSentidos

La Atenas olímpica, colapsada por una gran nevada

Atenas ha cambiado en los últimos años. La ciudad mediterránea con un esplendoroso pasado y un presente desastroso, como era considerada hace un lustro, es hoy una urbe en acelerada modernización. Las obras para convertir la ciudad en la sede de los Juegos Olímpicos el próximo verano sirven de motor para esa transformación. Un nuevo aeropuerto, una nueva red de autopistas de acceso, nuevas líneas para el metro y la remodelación y restauración de los principales museos y de monumentos significativos, en especial La Acrópolis, donde se encuentra el Partenón.

El viajero contempla con admiración la transformación y sufre con resignación las limitaciones para visitar los principales atractivos de la ciudad. La excusa siempre es la misma: el museo está cerrado porque está en restauración para los Juegos Olímpicos.

Los medios de comunicación de la ciudad someten a las autoridades a un severo bombardeo. Afirman que las obras están muy retrasadas y que no estarán a punto para el mes de julio.

Con este estresante panorama, el pasado jueves la Atenas preolímpica se vio sometida a una dura prueba. A eso de las 10 de la noche y tras una brusca bajada de las temperaturas, comenzó a producirse una nevada que fue creciendo en intensidad hasta bien entrada la mañana del viernes.

Toda la ciudad se vio blanqueada por un espeso manto que, en un primer momento, ofreció a lugareños y viajeros imágenes insólitas de edificios que son eternos.

Los instantes de ensoñación pasaron rápido para dar paso a una situación de caos. Ni los más ancianos de la ciudad recordaban una nevada de tales proporciones y la reacción de los atenienses fue recluirse en sus casas.

De golpe se comprobó que los puertos y los aeropuertos habían quedado cerrados, los transportes públicos, excepto el metro, paralizados. Los comercios, los restaurantes, los quioscos no abrían sus puertas porque no había quien los atendiera.

La situación de emergencia se había convertido en un auténtico test para comprobar si las autoridades habían logrado poner a punto los mecanismos de respuesta para hacer frente a cualquier contingencia que pueda presentarse ante la inminente cita olímpica.

Las primeras 24 horas después de la gran nevada pasaron sin que aparentemente nadie hiciera nada para restablecer los servicios públicos, limpiar las calles y las carreteras. El segundo día la situación no mejoró. En medio del caos el viajero consigue llegar al aeropuerto tras vivir una odisea de 30 kilómetros en una autopista por la que aun no han pasado los quita nieves.

A pesar del tiempo transcurrido, la terminal continúa como si la nevada terminara de caer. Aviones, autobuses y buena parte de las pistas siguen sepultados. Los escasos empleados del aeropuerto que han acudido a sus puesto emiten tarjetas de embarque sin parar, pero la esperanza de despegar hacia tierras más cálidas se desvanece ante el absentismo de los responsables de la aerolínea griega Olimpic.

La aventura termina bien entrada la noche del sábado. La compañía aérea española Iberia ha organizado una operación de rescate y manda un avión de gran capacidad que despega finalmente de Atenas con 200 agradecidos pajeros.

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