Crecer sin trabajar
La recuperación económica estadounidense no crea empleo. Esta misma semana George Bush ha prometido varios millones de puestos de trabajo, pero las estadísticas son tozudas. En enero se crearon 112.000 empleos, cuando algunos economistas preveían hasta 300.000. Unos datos ofensivos, teniendo en cuenta que para este año se prevé un crecimiento del 5% y que en el tercer trimestre de 2003 se creció al 8,7%.
En 11 de los 14 últimos meses las previsiones han sido demasiado optimistas, y en cinco de ellos se destruyó empleo cuando se esperaba que se crease. Y no es que los economistas sean tontos. Es la recuperación económica más anémica en creación de empleo desde la II Guerra Mundial. Y no se recuperan los empleos destruidos en los últimos años de crisis.
Todo esto redunda en un aumento de la productividad. Como la economía crece con los mismos trabajadores, éstos son más productivos. Los optimistas lo tienen claro. Lo que sucede es una brecha temporal y coyuntural entre el repunte de la demanda y el traslado a empleos de ese mayor dinamismo. De este modo, las empresas se verán obligadas a contratar personal a medida que la recuperación cuaja y no dan abasto para cubrir las nuevas necesidades de producción. Otra tesis es la que habla de la deslocalización. Los empleos que se pierden no se recuperan porque se crean en otras partes del mundo. De este modo, la creación de nuevos empleos en las zonas ya desarrolladas tendrá que venir de fuentes diferentes a las tradicionales.
Esta postura estaba muy de moda hace un par de meses, pero ahora el optimismo que desprenden los mercados ha aparcado el debate.
La tercera tesis es la más pesimista. Presume que el modelo económico estadounidense, basado en el consumo, el endeudamiento y la productividad, ya no da más de sí. Trabajar para consumir y seguir trabajando y tirar de tarjeta de crédito. Pero si no se puede trabajar no se puede consumir, y entonces no hay demanda que cree nuevos trabajos, y al no haber ahorro el margen de maniobra es mínimo.
Pero quizá conviene presentar la cuestión en otros términos. No partiendo de la premisa de que la economía crece sin crear empleos, sino al revés. Es decir, no se crean empleos, luego es pronto para hablar de una recuperación económica. Sobre todo teniendo en cuenta la volatilidad del PIB estadounidense. ¿Crecer? Está muy bien. ¿Sin trabajo? No tanto.
Ahora bien, dado que los repuntes de la demanda tardan unos meses en reflejarse en el empleo, los optimistas pueden beneficiarse, al menos de momento, del beneficio de la duda.