Costa Dalí
Guste o no, Dalí es un icono tan universal como la Coca-Cola. Su centenario, como recordaba la comisaria del Año Dalí, Montse Aguer, 'tendrá como capitales a Figueres, Cadaqués, Púbol, Barcelona y Madrid, y en el extranjero, Venecia, San Petersburgo (Florida), Rotterdam y también Japón'. El Rey de España dio en el Teatro-Museo de Figueres, a mediados del pasado diciembre, el pistoletazo de salida de una carrera de eventos que incluye once grandes exposiciones en España, Italia, Holanda y Estados Unidos, más la edición del primer catálogo razonado de la obra daliniana, así como de los escritos completos del artista y, entre otros libros, una reedición del Quijote que Dalí ilustró en 1945. Cine, fotografía y hasta música o ballet indagarán los resquicios a los que llegó, de una manera u otra, el ingenio daliniano.
Algunas exposiciones tendrán un talante reservado, casi familiar; como la muestra Recuerdos íntimos (1904-1926 en el Museo del Juguete de Figueres, o El país de Dalí en el Museu de l'Empordá y en el de Historia de Cataluña.
El país de Dalí fue ladinamente introducido por el artista en sus cuadros, apenas tamizado por una perspectiva onírica: es ese paisaje suave y clásico que sirve como tela de fondo a relojes derretidos, elefantes con patas de araña o habitantes del vacío con aspecto de hormigas. El entronque del artista con su terruño fue casi obsesivo, primero en su obra, luego también en su existencia. Hasta el punto de que algún malvado ha podido escribir que Dalí es, en realidad, el mejor pintor del Ampurdán.
Tres ángulos próximos del Ampurdán forman el triángulo mágico de la geografía daliniana: Figueres, donde nació y creció, Cadaqués-Port Lligat, donde vivió y creó, y el castillo de Púbol, donde se apagó la llama de su genio y también la de su vida.
En Figueres nació Dalí un 11 de mayo de 1904, hijo de un notario, y allí inició sus primeros (y casi únicos) estudios con los hermanos maristas. Luego se fue a Madrid, a París, a Nueva York: se desentendió un poco de su tierra. Pero volvió, en un tercer tiempo dialéctico de síntesis, se instaló cerca del pueblo que le vio nacer y en éste, en Figueres, llevó a cabo el mayor de sus sueños: convertir el viejo teatro municipal, frente a la iglesia gótica y lechosa de Sant Pere, en un santuario a la medida de su ego. El teatro-museo cumple en este centenario treinta años, y se ha convertido en epicentro del universo dalí. Colas infatigables esperan religiosamente hasta poder encaramarse a una especie de camarín para descubrir, a través de las patas de un camello, que el sofá, cuadros y chimenea de un saloncito burgués forman el rostro de Mae West, o para mirar a través de chismes unos cuadros estereoscópicos y salir poco menos que bizcos. El teatro hace honor a su nombre, es una barraca de feria llena de bromas, excentricidades y alguna que otra brizna de pintura.
Cadaqués, refugio de artistas
Cadaqués ya había sido descubierta, cuando Dalí apareció: Picasso había estado inventando el cubismo por las escolleras del puerto, un verano de 1910. Luego llegaron los Pichot, los Dalí (Salvador y su hermana Ana María) y algunos excéntricos amigos, como García Lorca o Buñuel. Cadaqués sigue siendo lo que aspira a ser todo pueblo de pescadores que se queda sin pescadores: un pueblo de artistas. En Cadaqués es más fácil encontrar una galería de arte que una panadería o un estanco, eso lo dice todo. En Cadaqués hay algo que no todos saben: un cine de barrio convertido en el Museo Perrot-Moore; allí dentro hay maravillas, pero hay sobre todo (al menos es lo que aquí nos interesa) unos dibujos eróticos de Dalí, poco conocidos, y que son de lo mejorcito que hizo en esa faceta, la de dibujante, que es a su vez la más relevante desde un prisma estético.
Muy cerca de Cadaqués, en la cala de Port Lligat, estableció Dalí su taller y residencia, ahora convertidos también en museo. Tal vez sea allí donde más patente se hace la simbiosis entre la obra de Dalí y el paisaje que la nutre. Port Lligat es, podríamos decir, un dalí en estado de vigilia. Y está finalmente el castillo de Púbol. Allí se recluyó el pintor a la muerte de su compañera Gala, acaecida en 1982, y esperó silenciosamente la suya, que tendría lugar siete años más tarde. También es ahora museo, y allí estarán expuestos los dibujos y acuarelas que Dalí realizó para ilustrar el Quijote, ese personaje desmedido que él hubiera querido inventar, o ser, pero llegó tarde.
Guía para el viajero
Principales eventos Dalí. Las afinidades electivas (enero, sala Verdaguer del Palau Moja de Barcelona); Salvador Dalí. Cultura de masas, (enero-mayo: Caixaforum de Barcelona, junio-agosto: Centro Reina Sofía de Madrid -ésta será la muestra principal que viajará luego a Florida y Rotterdam, con más de 300 obras-). El Quijote según Salvador Dalí (marzo, castillo de Púbol). Recuerdos íntimos 1904-1926 (Museo de Juguetes de Figueres), El país de Dalí (enero, museo del Empordá, luego en el Museo de Historia de Cataluña). El manifiesto Groc (julio-octubre, Fundación Miró de Barcelona).AlojamientoEn Figueres: Hotel Empordá (antigua Ctra. de Francia, s/n, 972 500 562, hotelemporda@hotelemporda.com). Este edificio de los años sesenta que parece bastante anodino ha sido centro de reunión de intelectuales y famosos atraídos sobre todo por la renovación de la cocina ampurdanesa que inició aquí Josep Mercader, figura mítica de la gastronomía catalana, tradición actualizada por Jaume Subirós. El hotel está agradablemente decorado y posee preciosas vistas sobre la llanura del Alto Ampurdán. En Cadaqués: Port Lligat (Salvador Dalí, s/n, 972 258 162, portlligat@inercom.es), pequeño hotel con encanto entre las casas de pescadores de la cala de Port Lligat; desde algunas de las habitaciones se puede contemplar el mismo paisaje que pintaba Dalí. Llané Petit (Dr. Bartomeus, 37, 972 258 050, llanepetit@ctv.es), junto al puerto y playa de Cadaqués, es uno de los clásicos.ComerA medio camino entre Figueres y Cadaqués-Port Lligat, El Bulli (cala Montjoi, Roses, 972 150 457) es un santuario de visita obligada para saborear las invenciones prodigiosas del considerado por muchos como el mejor cocinero del mundo, Ferran Adrià -el local cierra de octubre a marzo-. En Figueres, además del ya citado restaurante del hotel Empordá, también el comedor del hotel Durán (Lasauca, 5, 972 501 250) practica una cocina ampurdanesa de altura, con especial dedicación al pato y sus derivados, y también a la cocina marinera.