Herrador, un oficio con futuro
La mecanización expulsó a los caballos de los trabajos agrícolas, pero se han refugio en el ámbito lúdico y deportivo, donde actualmente protagonizan un auténtico boom. Y con ellos se han ido los herradores, un antiguo oficio que está resucitando con fuerza. La escasez de estos profesionales ha motivado su espectacular revalorización y la creación de escuelas con una titulación específica.
Tomás Conde, director de la primera escuela de herraje de Aragón, señala que 'los herradores tienen ahora un campo amplísimo, porque no sólo están las actividades deportivas, sino también en otros ámbitos, como el turismo ecuestre, que permite visitar espacios que resultan inaccesibles para el automóvil'. Se mire como se mire, 'lo cierto es que existe bastante demanda y que a los buenos profesionales se les paga muy bien'.
Ganar 3.000 euros mensuales resulta bastante frecuente si el herrador es de cierta categoría. Y esta cifra puede superarse ampliamente si los pagos son por un herraje individual y existe, como es habitual, carga de trabajo.
Sin embargo, el oficio no es nada fácil. Para obtener el título oficial, a los herradores se les exige un conocimiento exhaustivo del casco del caballo. Deben tener conocimientos de ortopedia para afrontar todo tipo de problemas y también de radiología, porque saber leer una radiografía puede resultar imprescindible para hacer su trabajo.
Los viejos herradores aprendieron todo esto a base de pasar prácticamente su vida al lado del yunque. Sus conocimientos, filtrados por el tamiz de la equinotecnia, son transmitidos ahora por profesores en las nuevas escuelas.
Pasear a caballo ha sido una actividad tradicionalmente ligada a la aristocracia o a las clases adineradas. Sin embargo, Conde señala que las cosas han cambiado. 'Lo cierto es que, a partir de 1.000 euros, se puede comprar ya un caballo'.
Para el mantenimiento no es preciso contar con instalaciones propias, ya que existe también una variada oferta de acogida en los picaderos.
Sin embargo, lo que más ha contribuido a facilitar las cosas para los amantes del caballo son los espacios libres de las segundas viviendas adquiridas en el ámbito rural por los residentes en las ciudades.
La fiebre del caballo existente en Zaragoza, donde se calcula que existen más de 4.000 cabezas, está revitalizando otros antiguos oficios, como el de los mozos de cuadra.
Sofía Castellanos, directora de la feria Ecuzar, subraya que, 'poco a poco, se está consiguiendo acabar con la idea de que el caballo es para personas adineradas'.
Sin casco no hay caballo
Constituye un axioma entre los aficionados a la hípica la aseveración de que 'sin casco no hay caballo'. Y es que un mal herraje puede inutilizar, en la práctica, todas las prestaciones que hoy se exigen a estos animales. El herraje tiene la función de procurar al caballo una protección similar a la que el calzado ofrece a los seres humanos, aunque la instalación resulte muchísimo más complicada. Los herradores más solicitados son capaces de forjar ellos mismos las herraduras, lo que representa un cierto valor añadido a la hora de colocarlas. Sin embargo, también existen fábricas muy especializadas, a las que suele recurrirse en la mayoría de los casos.