Los bancos centrales prescinden de un tercio de sus trabajadores
Cuatro años después de la introducción de la moneda única, despojados del poder monetario en favor del Banco Central Europeo, los bancos nacionales de la zona euro asisten de forma discreta a una profunda reestructuración. De hecho, han prescindido de un tercio de sus empleados.
La fusión de las 12 monedas ha supuesto no sólo la supresión de 20.000 puestos de trabajo en los últimos 10 años, sino la externalización de algunas de sus actividades, en detrimento, según los analistas, de su papel de servicio público.
Intentan, según arguyen, adaptarse al nuevo clima, marcado por la eliminación de su tarea de emisión de moneda, asumida por el Banco Central Europeo (BCE) tras la entrada del euro. A ello se añade el fuerte desarrollo de la informática y de las telecomunicaciones, que tiende a concentrar sus actividades y hace inservible la densa red de sucursales de países como Francia, Alemania o España. En los últimos 10 años se han suprimido sin hacer mucho ruido 20.000 de un total de 60.000 puestos de trabajo, sin despidos, a base de jubilaciones anticipadas y de la recolocación del personal en condiciones 'muy ventajosas', explica una de las entidades.
Sin embargo, la obligada reforma de los bancos centrales, que aglutinan el 10% de efectivos del sistema bancario (un total de 550.000 personas), porcentaje totalmente desproporcionado, según los analistas, se está llevando a cabo 'en detrimento de su papel de servicio público', explica Thierry Desanois, secretario general del Comité Europeo de Bancos Centrales. El organismo, representante del conjunto de sindicatos de los bancos nacionales de la UE, intenta pasar el mensaje, hasta ahora sin mucho éxito. 'Somos considerados como privilegiados porque no hay despidos'. Holanda (1.785 empleados en 2000), uno de los primeros países que asumió la reestructuración, será el primero en prescindir de parte de su plantilla en los próximos meses.
Francia, el país que junto a Alemania cuenta con las mayores plantillas (13.900 y 15.000 personas, respectivamente), vivirá a partir de 2004 la reestructuración más severa de su historia, tejida por Jean-Claude Trichet, gobernador de la entidad antes de asumir sus funciones como presidente del BCE, el mes pasado.
Y es que, sin embargo, la diferencia demográfica en los países de la Unión no se ha traducido en una evolución coherente. El banco de un país como Grecia (10 millones de habitantes) tiene hoy más personal que el de España, también inmersa en un proceso de reforma que suprimirá 20 sucursales en todo el país en los próximos dos años.
El modelo se reproduce en los países del Este
Las consignas de Fráncfort están produciendo un cambio en la concepción del papel de un banco nacional. 'No es casualidad si desde hace dos o tres años los bancos centrales externalizan sus actividades', explica el consejo de personal del Banco de Francia. Gestos como la venta de la imprenta del Bundesbank a una sociedad privada y el paso del control de billetes a sociedades subcontratadas en Francia intentan combatirse desde el Comité Europeo de Bancos Centrales porque 'supone un riesgo para la calidad de la moneda fiduciaria y pone en peligro la neutralidad de sus intermediarios' .La reestructuración implica, además, la homogeneización de las prácticas y métodos de cada banco, que hoy presentan divergencias considerables en sus servicios al ciudadano, con la 'eliminación de las particularidades de cada entidad'. A largo plazo, los analistas ven en el proceso actual un cambio en la concepción de los bancos nacionales, abocados a ser garantes del sistema, pero no actores.Los efectos llegan también a los países de Europa oriental, que esperan con impaciencia su entrada en el club de la unión monetaria y no escatiman esfuerzos. El banco de Polonia ha llevado a cabo tres reestructuraciones en año y medio y despedido a 1.500 empleados, de 6.000 que cuenta el banco. República Checa y Hungría siguen los mismos ejemplos. Una medida generalizada en estos países, según el Comité Europeo de Bancos Centrales.