Especulación y lotería
La capacidad de sorpresa que ofrece el mercado de valores es inagotable. La especulación provocó que Fastibex cotizase a un valor que triplicaba los activos de una sociedad que está a punto de entrar en liquidación. La avaricia pudo más que la lógica, y los inversores que esperaban sacar un pellizco de la nueva Tafisa no se molestaron en mirar en la CNMV los activos de la sociedad a cierre de semestre. Un error, consciente o no, que ha provocado pérdidas.
Pero en la sesión del jueves, cuando la mayor parte de los medios de comunicación se habían hecho eco de que Fastibex venderá sus activos antes de que acabe el mes y de que la estimación sobre el valor de éstos supondría que a cada acción le corresponderían alrededor de 0,287 euros, los títulos de Fastibex se desplomaron un 43%. Sin embargo, el viernes volvieron a subir un 26%, hasta cotizar a 0,57 euros. Es decir, el doble de lo que valen. Si a ello se le suma el hecho de que la sociedad será liquidada en breve y, por tanto, no hay crecimiento futuro ni nada que comprar más que los activos actuales de la empresa, la situación del mercado resulta extraño.
Terra llegó a valer más que Endesa. Pero, al menos, era una época de euforia en la que el convencimiento de que Internet haría de oro a las empresas del sector se extendió por todo el mundo. Terra se compraba a partir de una convicción que podría ser exagerada o muy poco verosímil pero en la que, en su momento, mucha gente participaba. Lo de Fastibex es otra cosa, porque no hay ninguna hipótesis plausible que justifique la compra.
¿Por qué se compra? Sólo porque espera que alguien venga más tarde y pague todavía más por esa cosa -en este caso, una acción- de lo que ha pagado el comprador inicial. Las razones por las que este segundo comprador estaría dispuesto a hacerlo son idénticas: la fe en un tercer incauto.
æpermil;sa es la mecánica de la especulación, que todos conocemos a la perfección. Incluidos los propios operadores que se involucran en ella. Precisamente por eso llama la atención que siga funcionando. Es un juego como el de las sillas musicales. Cuando pare la música alguien se quedará con acciones de Fastibex que no valen más que 0,287 euros, tras haberlas comprado a 0,5 consciente de que valían 0,287.
Indudablemente, si la gente lo hace es porque le sale rentable. Pero es un juego de suma cero, en el que lo que gana uno lo pierde otro. Por eso su rentabilidad teórica es superior a la lotería o las tragaperras. Por eso, aunque resulte a veces poco comprensible para mentes ortodoxas, este tipo de especulación no es una locura colectiva, sino sólo un casino.