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CincoSentidos

El ombligo del mundo

De Cuzco partían todos los caminos. Una red prodigiosa de calzadas bien mantenidas, que en su momento de máxima expansión llegaban desde el sur de Colombia hasta el norte de Chile. Era el Tahuantinsuyo, un imperio devorador de imperios, que entre 1438 y 1532 sometió a refinadas culturas (como la moche o la chimú) tomando algo de ellas, pero manteniendo una estructura política y administrativa coherente y estricta (algo parejo a lo que hicieran en Europa los romanos). Hasta que llegaron los conquistadores de otro imperio ultramarino, el español, en 1532. Siete años después de la conquista nacía en Cuzco el hijo de una princesa nativa y un soldado invasor: el Inca Garcilaso, el primero en esbozar una historia razonada del imperio inca.

Garcilaso (cuya casa sigue en pie) brindó a ese imperio un origen mítico, a orillas del lago Titicaca; de allí habría venido el primer inca, Manco Cápac, hasta el Cuzco, para enseñar a su pueblo a cultivar la tierra. Los incas, además de hábiles organizadores, eran expertos constructores y excelentes labriegos. Cultivaron cerca de 6.000 clases de patata y numerosas variedades de maíz. Los muros de sus templos y palacios están encajados con tal precisión que no cabe un pelo entre piedra y piedra. Se ve en los muros del Koricancha, o templo del Sol (conservados en el monasterio de Dominicos), o en la calle Hatun Rumiyoc, en paredes que ahora sustentan al palacio arzobispal.

En realidad, Cuzco sigue siendo, hasta poco más de un metro de altura, la antigua metrópoli de los incas: sorprende ver que los cimientos de la mayor parte de las casas son los inconfundibles muros incaicos. Sin embargo, es en los alrededores donde más enteros se han conservado restos. Subiendo un fuerte antepecho, la fortaleza de Saqsayhuamán vigilaba y protegía la ciudad con un triple anillo de muralla y piedras ciclópeas (alguna, de más de treinta toneladas); a pesar de haber servido de cantera para los edificios coloniales, Saqsayhuamán sigue impresionando tanto como debió de hacerlo a los súbditos que acudían a la antigua capital del imperio. Cerca de esa fortaleza hay otra menor, Puca Pucara, así como un centro ceremonial labrado en roca viva, el Kenko, o unos baños (tal vez jardines), los de Tampumachay. Hay millares de restos incas en la zona.

Pero llegó Pizarro; tras el triste episodio del apresamiento del último emperador, Atahualpa, y su asesinato a pesar de haber pagado su rescate en oro, el español hizo cambiar la faz de Cuzco. En la Huacaypata, 'plaza del guerrero' (actual Plaza de Armas o Plaza Mayor) se levanta ahora una catedral renacentista, con riquezas barrocas interiores, y a su lado la iglesia de los jesuitas, rodeado todo por soportales de piedra. Donde estuvo el Koricancha se alza ahora el convento de Santo Domingo, apabullante en sus dimensiones, pero elegante y grácil en sus líneas, lo mismo que la iglesia de la Merced. O la de San Blas, la más antigua; el barrio que la arropa es ahora uno de los más típicos y visitados, ya que allí se han instalado los tallistas, pintores, doradores o ceramistas, herederos de los artesanos incas para quienes tenía un especial sentido la obra bien acabada.

A muy pocos kilómetros comienza el Valle Sagrado. Una fértil vaguada que el río Urubamba vivifica, con aldeas que apenas han perdido su pelaje arcaico, bien sea por ruinas imponentes (Písac, Ollantaytambo), bien por el paisaje humano de sus mercados (como en Chinchero). Al final se esconde Aguas Calientes, un poblacho de aluvión, zoco provisional, antesala encajonada entre paredes descomunales de piedra y rumores de agua despeñada; de allí trepan los autobuses a Machu Picchu. La ciudadela inca descubierta en 1911 por el norteamericano Hiram Bingham (en realidad, seguían cultivando los campesinos en sus andenes o bancales).

Restaurada con mimo y declarada patrimonio de la humanidad, su imagen es un mito viajero, el icono más poderosos de los incas, y del Perú. Un lugar mágico -no hay otra palabra- que no se deja apresar en fotos ni vocablos. La realidad, allí, supera al mito.

Guía para el viajero

Cómo irIberia (902 400 500) ofrece un vuelo diario de Madrid a Lima. Se pueden obtener billetes en Internet, a través de iberia.com, a partir de 749 euros ida y vuelta, o en agencias. Viajes El Corte Inglés (www.viajeselcorteingles.es y agencias) ofrece varios paquetes a la zona: Perú Clásico, 9 días/ 7 noches, desde 1.549; Perú Imperial, 11 días/ 9 noches, desde 1.781; Perú Milenario, 15 días/ 13 noches, desde 2.051; Perú Profundo, 19 días/ 17 noches, desde 2.786. Todos estos programas incluyen vuelo a Perú i/v y vuelos internos, traslados, hoteles y desayuno, entrada a los monumentos y guía en español y algunos almuerzos y cenas.AlojamientoEn Cuzco, el Hotel Monasterio es sin duda el más evocador y lujoso: se trata de un antiguo seminario construido en 1595 sobre un palacio inca, con dos espaciosos claustros, capilla barroca y habitaciones y espacios comunes decorados con gusto exquisito y pinturas de escuela cuzqueña; calle Palacio, 136, teléfono 5184 241718, habitación doble: 355 dólares, suites: entre 465 y 1.050.En Machu Picchu hay dos buenos hoteles: el Sanctuary Lodge (5184 211039) está a la entrada del recinto arqueológico y desde algunas habitaciones o desde el jardín se puede ver el Wayna Pichu (el pico que aparece en todas las fotos), 450 dólares la doble; el Machu Picchu Pueblo (51 84 211122) está en Aguas Calientes, con las habitaciones, esparcidas por la montaña, a 195-270 dólares la doble.ComerEn Cuzco, una opción es comer en el Museo de Arte Precolombino (Casa Cabrera, Plaza de las Nazarenas, 23, 51 84 242476), en un cenador en el claustro se puede degustar la llamada cocina novo-andina, con elementos tradicionales tratados con creatividad. En el Hotel Monasterio se celebra una cena inca, amenizado con un espectáculo con desfile del Inca y su séquito, brindis y ceremonia de pago a la tierra, y danzas típicas, 37 dólares.

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