Todo el mundo a vender
El Ramadán sangriento que prometen y cumplen los fanáticos de Al Qaeda provocó ayer pérdidas notables en los mercados europeos. Las más abultadas, de hecho, en los últimos dos o cinco meses, según se mire. æpermil;ste era el argumento ayer más escuchado en boca de analistas y operadores. Pero no deja de ser sorprendente que, de un día para otro, los inversores se preocupen por las víctimas del terrorismo.
La relación causa efecto en las Bolsas y nunca ha estado clara, y difícilmente lo estará algún día. La mayor parte de las veces se dan procesos de retroalimentación o de profecía autocumplida, según los cuales, y tomando el ejemplo de ayer, el miedo a que los ataques terroristas tumben los mercados provoca, efectivamente, un proceso de este tipo que comenzó de madrugada en Japón y terminó varias horas más tarde con el cierre de los mercados de Estados Unidos.
Lo que distingue a un experto en Bolsa de un simple observador es la capacidad de determinar a priori cuándo el sentimiento de mercado ha alcanzado un punto en el cual una noticia que en otro momento sería intrascendente provoca un importante movimiento del dinero. En los últimos días analistas como los de Credit Suisse han comentado que sus indicadores de sentimiento daban señales de euforia. El apetito por el riesgo estaba, según la entidad financiera suiza, en los niveles más altos desde marzo de 2000, en pleno pico de la burbuja tecnológica. A partir de ese momento y hasta los mínimos de marzo de 2003, la diferencia de rentabilidad entre una cartera de bonos y una de acciones fue de un 69% a favor de la deuda.
La entidad, no obstante, no cree que los mercados estén abocados a otra catástrofe similar para la renta variable. Las valoraciones relativas entre Bolsa y bonos están muy por debajo de la media histórica.
Sin embargo, esta es una estrategia un tanto tramposa. Las acciones son más baratas que los bonos y se comportarán mejor a medio plazo. Pero ocurre que la Bolsa estadounidense está, en realidad, cara respecto a su media histórica, y los propios analistas de Credit Suisse alertan de los riesgos vinculados a estas valoraciones. La aparente paradoja sólo se resolvería si los bonos iniciasen, por su parte, una fase de caídas en precio y alzas en las rentabilidades.
Son las dudas sobre si el escenario alcista que dibujan los indicadores económicos o empresariales está recogido en las altas valoraciones de la renta variable, la razón por la que los gestores se levantaron el lunes de malas. Y si además hay atentados, razón de más para vender.