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Cinco Sentidos

Vivir el Ramadán en España

La noche del próximo domingo, día 26, más de medio millón de musulmanes en España alzarán los ojos al cielo en busca de la primera luz de la luna creciente que indica el comienzo del mes de Ramadán. Un periodo sagrado, marcado por el horario lunar (no coincide el mismo día cada año), el ayuno estricto y la celebración. 'Mucha gente no lo sabe, pero el Ramadán es para nosotros como la Navidad para los cristianos, una fiesta religiosa familiar y alegre', explica Mohamed El Afifi, encargado de relaciones culturales del Centro Cultural Islámico de Madrid.

Durante los 29 o 30 días que suele durar este periodo (es la luna, una vez más, quien decide su final), las mezquitas y asociaciones musulmanas que existen en España se convierten en un referente especial para los creyentes, sobre todo para aquellos que están separados de sus familias. 'Lo que intentamos hacer es crear un hogar en estas fechas', recalca El Afifi. Así, en el centro cultural de Madrid ofrecen gratuitamente comida caliente a cualquier musulmán que se acerque allí a la hora en que invariablemente se rompe el ayuno: la puesta de sol. 'El Ramadán es para nosotros un ejercicio de voluntad, pero también una forma de justicia. Durante ese mes, los ricos tienen ocasión de saber cómo se sienten los pobres. Cuando uno deja de comer, puede imaginar cómo es la vida de quien no come nunca', explica Ahmed Ben-Anim, coordinador cultural de Atime, asociación de trabajadores marroquíes e inmigrantes en España.

El ayuno, que comienza al amanecer y se rompe cuando desaparece el sol, impide comer, beber (ni siquiera agua), fumar y tener relaciones sexuales. Pero, pese a su dureza, no altera la vida diaria ni interrumpe las obligaciones. 'Hay que hacer vida normal. Si durante el día estás obligado a trabajar, tienes que seguir haciéndolo', advierte Ben-Anim. En los países musulmanes se alteran los horarios laborales para permitir a la gente salir a comprar comida y cocinar antes de que se ponga el sol, una facilidad que no hay en España. 'Aquí el horario no es modificable y tenemos que adaptarnos. En mi caso, trabajo con gente que entiende mi situación, así que salgo media hora a comer algo ligero y luego vuelvo a terminar el trabajo', señala Ahmed Ben-Anim.

Durante estas fechas, los musulmanes en España viven su festividad de forma discreta y, a falta de familia, con amigos o en las mezquitas. La ruptura del ayuno se celebra con una cena opípara en la que se comparte la mesa con invitados o se acude a otras casas. Pero todos sienten que falta el ambiente en las calles, en las tiendas y en la gente.

'El ambiente en nuestros países es como aquí en Navidad. Hay programas especiales en la radio y la televisión. La gente está en los mercados y las calles están iluminadas', recuerda Mohamed El Afifi. De origen egipcio, recalca las diferencias culturales que marcan el Ramadán en cada país. 'Los egipcios rompemos el ayuno con una compota; los marroquíes, por ejemplo, lo hacen con una sopa de garbanzos y judías'.

Lejos de casa, sin embargo, las diferencias se difuminan. La comida que ofrecen en el centro islámico trata de compensar el duro día de ayuno con sopa, verduras, carne o pescado, ensalada, arroz, macarrones, zumo y fruta. Fuera de la mezquita, Ammar Zegaiby, un estudiante sirio que realiza el doctorado en medicina preventiva, reconoce que acudirá al centro en busca de comida y compañía.

Mitos y realidades

No todo el mundo está obligado a ayunar. Sólo los adultos con buena salud física y mental. Los niños, las mujeres embarazadas, tras el parto o con la menstruación, los ancianos y los enfermos están exentos.El ayuno sólo se rompe voluntariamente. Si se come o se bebe por descuido o equivocación no hay que repetirlo ni compensarlo.La edad para comenzar a ayunar no la marca ni la familia ni la comunidad. Es el propio individuo quien, al llegar a la pubertad, decide en conciencia empezar.

Mohamed Sounni'Saldré de trabajar un poco antes'

Como todo musulmán practicante, Mohamed Sounni reza cinco veces al día. En su despacho de jefe del departamento de compras del hotel Castilla Plaza, Sounni tiene una alfombra que orienta a la Meca y sobre la que realiza sus oraciones del mediodía. Durante el Ramadán comenzará su trabajo a las ocho con un desayuno ligero y no volverá a comer ni beber hasta que salga, una hora y media antes de lo normal. Es de los pocos musulmanes que podrán alterar su horario durante el mes sagrado. 'He pactado con mi empresa la jornada continua', explica. Sus compañeros han intentado alguna vez imitar su ayuno, aunque sin éxito. 'No es tan duro. Es cuestión de mentalizarse'. æpermil;l lleva haciéndolo desde que tenía 11 años.

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