La oleada de resultados cuestiona la solidez de la subida desde mínimos
A lo largo de esta semana se han anunciado los resultados de muchas de las principales empresas de Estados Unidos. Ha sido el periodo más prolijo en presentaciones, y por eso los bolsistas habían señalado esta semana con tinta roja en sus calendarios.
El balance es, como suele ser en estas situaciones, gris. Partiendo de que las Bolsas han registrado revalorizaciones del orden del 20% desde los mínimos de marzo, el que no haya señales claras en ninguno de los sentidos suena más negativo que positivo. Aunque compañías de la vieja economía y del sector financiero hayan mejorado las previsiones del mercado, gigantes tecnológicos como Nokia han advertido que la demanda no se recuperará en los próximos trimestres. IBM también defraudó y Microsoft e Intel no aclararon nada.
Como señalan algunos analistas, la clave de la recuperación está en que aumente la demanda. Los recortes de costes, a estas alturas, pueden servir para que una empresa no baje en Bolsa o para que mejore su calidad crediticia. Pero no es eso por lo que el mercado ha apostado en los últimos meses. La apuesta es de más calado, y de ahí que la ronda de resultados haya puesto en cuarentena las valoraciones.
El optimismo, en cualquier caso, es más sólido que en periodos anteriores. Lo demuestra la resistencia de los índices a las tomas de beneficios. La Bolsa está cerca de máximos y los inversores han superado la tentación de vender a la primera mala noticia, tentación que ha acabado, justificadamente, con remontadas anteriores.
Este sentimiento positivo tiene que enfrentarse a un goteo de cifras económicas y empresariales que no aclara el panorama, sino que lo enturbia ligeramente. El verano, además, no es la mejor época para los mercados. Los bajos volúmenes de negocio y el predominio de los inversores profesionales suelen dar lugar a aumentos de la volatilidad.
Los analistas técnicos señalan que la mayor parte de los índices han llegado a cotas importantes, cuya superación podría dar lugar a nuevas subidas. Pero los resultados no han dado ese impulso que se esperaba.
La semana tenía, pues, todos los elementos para ser decisiva. De momento las cotizaciones no se han movido, pero el regusto agridulce tanto de los discursos de Alan Greenspan como de las presentaciones de resultados condicionará en buena parte las decisiones de inversión de los institucionales a lo largo del verano. La próxima cita relevante es el día 31 de julio, cuando Estados Unidos publicará el dato de PIB correspondiente al segundo trimestre.
Los tipos pasan a segundo plano
El mercado se ha olvidado, por el momento, de las rebajas de tipos. Los últimos movimientos practicados en Estados Unidos y Europa han saciado a los inversores, que por primera vez en meses han dejado de pedir nuevos recortes en el precio del dinero. En coherencia con un escenario más optimista, el mercado lo que quiere es confirmar a la luz de las cifras. No quiere ayudas, al menos de momento. Es más, una rebaja de tipos inesperada podría tener efectos perniciosos, en la medida en que resucitaría el fantasma de la recaída económica.La percepción, en cualquier caso, puede cambiar radicalmente de aquí a septiembre. Asumiendo que no habrá movimientos en verano, si en los meses estivales los mercados retroceden ante la debilidad de la economía estadounidense y europea, volverán a escucharse voces favorables a más rebajas en el precio del dinero. Voces que, como de costumbre, serán un griterío en Europa, donde el Banco Central no consigue contentar a los inversores. En todo caso, por el momento, lo que conviene es dejar de lado los tipos.