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Argentina revisará los contratos de la privatización de sus empresas

Llueve sobre mojado. Aunque Bielsa buscó ayer distender el clima de crispación creado por las palabras del presidente Néstor Kirchner a su paso por Madrid, el resultado no parece muy halagüeño.

Las declaraciones del ministro de Exteriores son muy significativas, pues fueron realizadas un día después de la tensión generada por Kirchner en su reunión con los empresarios españoles en la CEOE. Una mención al tema había sido formulada el jueves por su colega de Economía, Roberto Lavagna, después de entrevistarse con Rodrigo Rato.

Dos semanas atrás, Buenos Aires decidió crear una comisión para estudiar cómo renegociar los contratos de privatización realizados la década pasada. Sobre este punto, tanto las empresas como el Gobierno español ya habían manifestado que están de acuerdo con la creación de un nuevo marco que fije claras reglas del juego y seguridad jurídica, algo que quedó roto en enero de 2002 con la quiebra de la convertibilidad. Pero, con esto, el problema no se acaba, sino que apenas comienza. Dos frases pronunciadas ayer por Bielsa así lo demuestran.

En primer lugar, el ministro dijo que su Gobierno 'va a propiciar el marco normativo para que se renegocien las relaciones con las empresas adjudicatarias de servicios públicos porque los contratos vigentes se realizaron con una realidad macroeconómica que ha cambiado sustancialmente', informa Efe. Un reconocimiento de la desaparición de la convertibilidad y de la catástrofe posterior.

En segundo lugar, Bielsa declaró que Argentina no es favorable a 'propiciar la transferencia de la propiedad de las empresas a manos diferentes de las que hoy las tienen, sino todo lo contrario'.

Lejos de tranquilizar, el ministro de Exteriores ha preocupado aún más a los jefes de las empresas. En el encuentro de la CEOE, ni Kirchner ni los empresarios presentes mencionaron siquiera la posibilidad de un 'cambio de propiedad de las empresas privatizadas'. Un fantasma que, sin embargo, ronda la cabeza de algunas firmas, ya que temen la dinámica abierta por el nuevo Gobierno argentino.

'A todos nos parece bien que se renegocien los contratos y que, después, se aumenten las tarifas congeladas desde hace un año y medio', dijo ayer un directivo de una compañía española con fuertes intereses en Argentina. 'Pero nadie sabe con qué disposición nos sentaremos a negociar. Para nosotros, es un problema técnico y de rentabilidad. Pero, si nos van a decir que nosotros robamos y que ahora nos tienen que robar a nosotros, entonces será muy difícil cualquier diálogo', explicó.

El enigma sobre el futuro de la inversión española creado por Kirchner el jueves no fue disipado ayer por Bielsa, quien no sólo se negó a opinar sobre las palabras del presidente, sino que avanzó en ratificar la decisión de renegociar los contratos.

Aunque los empresarios y el Gobierno español están convencidos de que la intervención de Kirchner buscó ganar votos en las elecciones de los próximos meses en Argentina, para lograr ampliar su base política, también tienen claro que el shock de esta semana trasciende una mera maniobra electoral.

El coste de las palabras de Kirchner

Es indudable, de acuerdo con las fuentes consultadas, que los empresarios con intereses en Argentina han adoptado posturas disímiles, en función de sus intereses, ante la situación creada por los duros conceptos del presidente Kirchner.Esto se vio claramente no sólo en la actitud observada por los asistentes al desayuno de la CEOE del pasado jueves, sino por su análisis sobre lo ocurrido y sobre el futuro. 'Nuestras inversiones podrían incluso ampliarse, pero, si no se aclara el cuadro normativo, no arriesgaremos más en Argentina', dijo ayer una fuente consultada por este periódico. Otro directivo fue terminante al afirmar que 'se equivoca Kirchner si piensa que sus palabras no tendrán ningún coste', si bien no precisó cuál sería cuando fue preguntado al respecto.Sin embargo, la mayoría de las firmas mantienen la calma. Nadie quiere perder y, por tanto, consideran que hablar en caliente no sirve para nada. En este sentido, el presidente Aznar parece haber dado el ejemplo. El jueves, poco después de recibir a Kirchner, en Buenos Aires se anunció que George Bush verá a su par argentino el miércoles y no en septiembre como estaba previsto. Una mediación de Aznar ante Washington.

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