Cristos sobre alfombras de aserrín
Cristos sanguinolentos y vírgenes apuñaladas son paseados, en la ciudad colonial devastada por volcanes, sobre alfombras de aserrín coloreado
Los españoles dejamos huella profunda en muchas cosas, pero más que nada en el fervor: los cristos y vírgenes que se esconden por los retablos barrocos de Antigua son de un patetismo perturbador. Cristos a gatas, chorreando púrpura, vírgenes retorcidas, espasmódicas, casi una caricatura del patetismo al uso en la metrópoli, que ya es decir. Los atuendos, perifollos y toques finales de cuño indígena añaden un poco más de tremendismo y de inquietud negra. Combinando la tradición nuestra de las procesiones con otra que nosotros empleamos para el Corpus, las imágenes de Antigua arrastran su dolor sobre alfombras efímeras de serrín (aserrín dicen y escriben los de allí) que dulcifican con tintes de anilina tanto dramatismo.
Antigua es famosa por su Semana Santa y también porque es una de las ciudades coloniales más hermosas. Y mejor conservadas... o destruidas: el hecho de que se nos ofrezca a la vista prácticamente igual a como era en tiempos de la colonia se debe a que fue destruida por tres volcanes cercanos, y abandonada. Antigua Guatemala (o simplemente Antigua) no era la primera capital que fundaban los españoles en aquel territorio; antes había fundado Pedro de Alvarado, en 1524, otra llamada Santiago de los Caballeros, pero la abandonó a los tres años para fundar Antigua. Fue levantada a un par de leguas del actual emplazamiento, mucho más cerca de los tres volcanes -Agua, Fuego y Acatenango- que vigilan el curso de un río compañero que se llama Pensativo.
Cuenta la leyenda (que en realidad es pura historia) que, al morir Alvarado en una expedición, su esposa, doña Beatriz de la Cueva, se volvió medio loca, se enfundó en lutos y tiñó de negro la casa, por dentro y por fuera. Pero el negro es el color del mal fario para los mayas, así que, tras varias jornadas de lluvia torrencial, los volcanes y los dioses mayas entraron en erupción y arrasaron la ciudad. Los supervivientes tuvieron que trasladarse donde se encuentra la actual Antigua. De todos modos, una cadena de pestes, epidemias y terremotos obligó a que los vecinos tuvieran que pasarse el día haciendo rogativas y sacando en procesión a sus santos. Hasta que otro terremoto, en 1773, colmó el vaso de la piedad: abandonaron definitivamente la población y se fueron a fundar una nueva capital en la que hoy se llama Ciudad de Guatemala. Antigua quedó así varada en el tiempo.
Intacta, básicamente tal cual la amasaron los colonos en aquella segunda intentona. Por eso la Unesco la ha declarado, enterita, Patrimonio de la Humanidad. Como en otras urbes coloniales trazadas a escuadra, la plaza mayor ocupa el centro de una cuadrícula perfecta de calles. Casas bajas, de un piso o dos, pintadas de colores chillones, dejan ver por encima de las tapias el cogote amenazante de los volcanes. Es un ambiente casi desconcertante: sobre ese decorado del siglo XVII, los carteles anuncian Internet en cafés con pinta de haber sido caballerizas o en hotelitos familiares y confortables a pesar de su prosapia.
Conventos restaurados
A la Plaza Mayor se abren la catedral, la Casa del Cabildo y el Palacio de los Capitanes Generales. Pegada a la catedral, la que fuera Universidad es ahora museo de arte colonial (hay varios museos en la ciudad). Muchas de las iglesias y conventos, aunque arruinados en su día, han sido restaurados de manera que vuelve a palpitar en ellos la historia afanosa de la colonia. Tal sucede, por ejemplo, con el convento de las capuchinas, cuyas celdas, en torno a un exiguo patio circular, son el vaciado de una cárcel insufrible -dicen que algunas monjas se saltaban las tapias. En el convento de Santa Clara, un chaparrón de jacarandas y buganvilias refresca los patios huecos. Y en la plazuela de enfrente, en un lavadero público, las mujeres hacen su colada ajenas a los turistas. Hacer un repaso somero de todas las iglesias, conventos y edificios notables sería de todos modos algo prolijo. Antigua es toda entera una ciudad-museo. Pero no una ciudad muerta, no ahora; el que fuera convento de capuchinos, por ejemplo, se ha convertido en uno de los hoteles más grandes y lujosos de América. Conventos, iglesias, casas -como la que habitó Bernal Díaz del Castillo-, tiendas, cibercafés y mucho ambiente. Y sobre todo: un escenario radiante, como de porcelana de colores, frágil, bajo los párpados entornados entre nubes de los tres volcanes tremebundos.
Localización
Cómo ir. La compañía Iberia (teléfono 902 400500) tiene un vuelo diario desde Madrid o Barcelona a Guatemala vía Miami, a partir de 588,46 euros en ambos casos.Viajes El Corte Inglés ofrece el paquete Contrastes de Guatemala de 9 días/ 8 noches, que incluye vuelo i/v en línea regular, vuelos desde Ciudad de Guatemala al Petén, hotel y desayuno en Guatemala Ciudad, Tikal, Chichicastenango, Lago Atitlán y Antigua, traslados y visitas guiadas; a partir de 1.657,25 euros.Alojamiento. Portal Hotel Antigua, 8ª calle y 5ª Avenida Poniente, tel. 832 0288, con jardines y cierto sabor colonial, en remodelación. Casa Santo Domingo, 3ª calle Oriente nº 28, tel 502 8320140, un lujoso hotel de cinco estrellas fue antiguo convento, con claustro y patios, jardines, un par de museos propios y un gusto refinado; es en sí un monumento digno de ver.Comer. La gastronomía de Guatemala se parece a la de México. Las tortillas de maíz se usan para envolver carne, queso o cualquier otro relleno, como el guacamole. Los tamales se hacen con pasta de maíz y carne envueltas en las hojas de mazorca. Se abusa un poco de los chiles. Los frijoles se sirven casi siempre en forma de pasta machacada y negra. El cebiche (pescado o marisco marinado) es muy frecuente y nada caro. Al ser un sitio muy turístico abundan los restaurantes de buen precio y también de comida internacional (italianos, etc.). Dos sitios muy populares son Doña Luisa Xicotencalt (calle 4 Oriente 12) y Capri (calle 4 Poniente), que está muy cerca, con cocina guatemalteca. El Mesón Panza Verde (5ª Avenida Sur 19) es uno de los mejores de la ciudad en comida local.