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La enoteca

Vinos de leyenda

Un título nobiliario designa a una bodega centenaria, pionera en la elaboración de vino de calidad y hoy responsable de marcas de inconfundible personalidad

L

a historia de esta bodega arranca a mediados del siglo XIX, cuando Luciano de Murrieta y García-Lemoine decidió convertir el vino riojano en un vino noble, embotellado y con las puertas abiertas a su comercialización fuera de su zona de producción. Luciano viajó a Burdeos con la intención de aprender las técnicas enológicas del país galo y aplicarlas posteriormente en La Rioja. Así, y recurriendo a los viñedos y la bodega de sus amigos el general Espartero y su esposa, elaboró su primer vino al estilo francés en 1852. Son los inicios del primer vino riojano de la época moderna, un vino que mostraba unas cualidades muy superiores respecto al resto de elaboraciones riojanas y que además era capaz de conservarse sin la menor alteración durante largos periodos de tiempo. De hecho, fue el primero que superó el reto de viajar a las Américas sin deteriorarse.

A partir de entonces los vinos de Luciano de Murrieta se codearían con los más importantes del panorama internacional, consiguiendo diversos premios en las distintas Exposiciones Universales Europeas. En 1872 adquirió la Finca Ygay (cerca de Logroño) e hizo construir su propia bodega, un château de estilo bordelés con el que compartiría el título concedido por Isabel II: el marquesado de Murrieta.

Tras 131 años vinculada a la familia Murrieta, en 1983 la bodega pasó a manos de Vicente Cebrián-Sagarriga, conde de Creixell, quién además de continuar con el proyecto de Luciano, consolidó la presencia de sus vinos en el mercado internacional con un asombroso éxito en su participación en diversas catas en Londres, Nueva York y Ginebra, transmitiendo un estilo de rioja personal y de gran calidad. Su lema 'cambiar todo para que todo siga igual' lo llevó hasta las últimas consecuencias, invirtiendo no sólo dinero, sino esfuerzo personal, pasión y sensibilidad, con el objetivo de convertir a Marqués de Murrieta en una de las mejores bodegas del mundo. En 1996, tras la muerte de Vicente Cebrián, son sus hijos Vicente Dalmau, actual conde de Creixell, y Cristina quienes se hicieron cargo de la bodega.

Actualmente, Marqués de Murrieta cuenta con un equipo joven y dinámico que concibe vinos basados en la tradición pero aprovechando las técnicas y los equipamientos más vanguardistas. Para su elaboración, la bodega utiliza el fruto de sus propios viñedos, 300 hectáreas situadas en la finca Ygay, rodeando a la bodega. En ellas comparten reino las variedades autóctonas tempranillo, garnacha tinta, graciano, mazuelo y viura, con cepas plantadas en distintas altitudes, con diferentes exposiciones y de todas las edades. Una bodega propietaria, por tanto, de su propia materia prima, de una uva que se controla desde su nacimiento hasta su recolección con la que se elaboran los tintos Castillo Ygay, Marqués de Murrieta, Dalmau y el blanco El Dorado de Murrieta, todos ellos reservas y grandes reservas.

Castillo Ygay, que recuerda en su etiqueta el preciado château del siglo XIX, es la marca que respeta íntegramente la línea más clásica de la casa. Un vino de producción limitada convertido en estandarte del clasicismo riojano y que la bodega elabora únicamente a partir de las mejores cosechas de la Finca Ygay. El vino Marqués de Murrieta se comercializa con la categoría de reserva. Por su parte, Dalmau es la marca que simboliza las nuevas metas de Marqués de Murrieta. Y por último, El Dorado de Murrieta, el único blanco gestado en la bodega. Se trata sin duda de un vino singular, con un carácter único. En definitiva, un abanico de vinos de estilo y personalidad inconfundibles que actualmente están presentes en más de 50 países.

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