Tres paisajes, tres sabores
Cereza del Jerte, níspero de Callosa y fresa de Huelva completan la cesta más exclusiva y temprana
T
res comarcas españolas extraen de sus singulares encuadres naturales la fruta de mayor sutileza; y lo hacen temprano, antes que nadie en temporada, anunciando la primavera, y así realzan en los mercados la ya incuestionable exclusividad de sus productos.
El valle del Jerte, al norte de Cáceres, inicia estos días uno de los mayores espectáculos de la naturaleza cuando sus delicadas cerezas comienzan a aparecer en los árboles en forma de flores blancas que, a medida que se acerca el verano y en función de la variedad de que se trate, se tornan rojas, vinosas, púrpuras o anaranjadas. Acertó quien puso el nombre de picota a este fruto, porque corona el espectáculo del valle en estos días. æpermil;ste, en justa compensación, le ofrece todas las condiciones que el fruto le exige y forman así un matrimonio único que algunos productores han querido reproducir sin éxito en otras zonas. Una topografía tortuosa y accidentada (en menos de 50 kilómetros el perfil desciende drásticamente desde 2.400 a 350 metros, ya en Plasencia), agua abundante y cristalina, y una disposición del cultivo que impide cualquier tipo de recolección mecanizada -los prunus crecen en bancales, en las laderas de la montaña-. Los lugareños (y así lo defiende la propia denominación de origen que protege el producto desde 1997) consideran que la estrecha relación entre la calidad y los métodos productivos delimitan el valle de otras zonas productoras de cereza. Fruto de tan espectacular escenario es una de las estrellas de las fruterías: la prestigiosa picota, de pulpa jugosa y crujiente, de encendidos colores y con una equilibrada relación entre azúcares y acidez.
Entre el Mediterráneo y la montaña alicantina, en los valles que labran los ríos Guadalest y Algar delimitados por el tramo de costa que se extiende desde Altea a Villajoyosa, surge otro mar, este de nísperos, en torno a la localidad de Callosa d'en Sarrià que da apellido al fruto y a la denominación de origen que lo ordena y promociona. Son 4.000 hectáreas de Eriobotryae japonica que generan en la zona 22 millones de kilos de frutos dulces y anaranjados, que inauguran la temporada de fruta de hueso (comienzan a recolectarse en abril) porque el microclima mediterráneo seco de la comarca favorece su maduración, las temperaturas jamás bajan de cero grados. Son estos nísperos, de carne firme y bien coloreada, de sabor agridulce la corona de la especie, porque a las condiciones naturales que le acompañan se une un esmerado catón de directrices emitidas por el Consejo Regulador. Este organismo los quiere enteros, exentos de materias extrañas, únicamente de categorías extra y primera y clasificados con una uniformidad óptima. Baste un detalle: la recolección debe hacerse en cestas acolchadas.
La fresa que se cultiva en las comarcas del litoral, la costa y la campiña onubense es la más famosa y prestigiosa de España y, sobre todo, la más temprana, porque llega a los mercados sin competencia. Estas tierras gozan del mayor índice de horas de luz de toda la Península y unos suelos ácidos y arenosos que permiten a la variedad californiana camarosa (la más cultivada) encontrar aquí su segunda casa. Una muy fructífera casa, porque al abrigo del fresón la provincia ha encontrado una próspera economía (produce 150.000 toneladas de fresón, el 65% de toda España) que ha obrado el despegue de una zona muy deprimida a la que inyecta 3,5 millones de jornales anuales y asegura la existencia de una gran cantidad de pequeños agricultores.