Impulsar la Bolsa a martillazos
Con tanta determinación como dice combatir el terrorismo, George Bush se erige en salvador de las Bolsas. Eliminará la tributación de los dividendos, lo que dejará en los bolsillos de los accionistas 300.000 millones.
El presidente quiere echar un cable a la Bolsa porque un nuevo año de pérdidas de patrimonio para millones de familias puede suponer su desalojo de la Casa Blanca. Por mucho que, como su padre, gane guerras en el desierto. La situación en Wall Street es delicada. La pérdida de confianza es casi total y se mezclan los temores. A la guerra, a las cuentas fraudulentas, a la deflación, al endeudamiento de las familias, a la burbuja inmobiliaria, al déficit comercial...
Pero Bush pretende solucionar la papeleta a golpe de martillo. Eliminar la tributación del dividendo es un arma tan poco afilada que a las pocas horas de su planteamiento ya ofrecía dudas. Algo que no ocurrió con la expansión fiscal posterior al 11-S, que sí ayudó a los mercados. En el Standard & Poor's la rentabilidad por dividendo es del 1,7% y el tipo en el impuesto sobre la renta es del 30%, el cambio fiscal elevará un 0,6%, de media, el patrimonio bursátil de los inversores. Asimismo, ahora que la economía pide a gritos inversión, las empresas estarán incentivadas a dedicar los ingresos a pagar al accionista, en vez de construir nuevas fábricas. Y es dudoso que la medida cree empleo.
Dicen algunos que, en todo caso, son decisiones positivas para la Bolsa. Pero el coste de esta medida no es sólo el aumento del déficit público. Tiene un coste de oportunidad, es decir, el coste de las cosas que no se han hecho. Y este coste ya es más significativo. Porque el que tributen o no los dividendos es poco relevante. En España, por ejemplo, no suelen suponer pago de impuestos, pues reducen la base imponible y sólo implican deuda tributaria para las rentas más altas.