Buceo en el mar Rojo
El mar que cruzaron Moisés y los israelitas, y también la Sagrada Familia, es ahora una de las regiones turísticas de más rápido desarrollo, y sus fondos marinos son de los más preciados para los submarinistas
Cuando Moisés conducía a su pueblo hacia la Tierra Prometida, las aguas del mar Rojo se abrieron para darles paso. Por alguno de los atajos que orillaban la península desértica cruzó la Sagrada Familia en su huida a Egipto, dejando un reguero de lugares y tradiciones donde luego florecieron iglesias y monasterios coptos (es una ruta curiosa, jalonada por no menos de treinta enclaves sagrados). Casi todos los profetas se curtieron en los desiertos del Sinaí, y en ellos se inventó el monacato cristiano. El mar Rojo se bifurca en dos brazos que delimitan esa península triangular; el occidental, el golfo de Suez, es transitado por los buques que enfilan el canal; el oriental, el golfo de Ákaba, ha sido escenario de un crecimiento turístico espectacular.
El mar sagrado ha servido de materia prima. La península del Sinaí, además de una reserva espiritual de 61.000 kilómetros cuadrados, es una reserva no menos desdeñable de petróleo, oro y minerales. Pero lo que está acelerando su pulso es el aprovechamiento de sus orillas. El mar Rojo es casi un mar tropical que, a un paso de los inviernos europeos, mantiene sus aguas litorales a una temperatura de 20-25º en los meses más crudos. El paisaje que enmarca sus playas es de una pureza bíblica, con frisos de montañas rojas. Pero lo realmente impactante es la limpidez de sus fondos marinos. En las orillas oriental y meridional, sobre todo, abundan los arrecifes de coral que han hecho del mar Rojo una de las mecas del buceo.
Paisaje de fantasía
El arrecife de barrera ha encontrado en estas aguas cálidas, muy salinas y limpias, sin apenas oleaje, un hábitat ideal para alojar una extraordinaria variedad de peces, corales y otros invertebrados de origen indo-pacífico. Pólipos, anémonas, esponjas, erizos, moluscos o crustáceos forman un paisaje de fantasía por el que vibran, como calambres o irisaciones, el pez ángel, el pez globo, el pez cirujano, el tiburón de arrecife, la tortuga verde, el tango azul o el mero rojo. El turismo aquí empezó tarde, al menos en relación con el interés por los vestigios faraónicos. Uno de los sitios pioneros fue Sharm el Sheij. Era un puerto modesto. Ahora, a escasos kilómetros del núcleo inicial, ha crecido una ciudad formada por hoteles de lujo, galerías comerciales o restaurantes.
También fueron pioneras Dahab y sobre todo Taba, en la confluencia de Egipto, Israel, Jordania y Arabia Saudí (fue aquí donde se levantó el primer hotel de la zona). Un poco más al sur de Sharm el Sheij, Ras Muhammed fue declarado parque nacional para proteger mejor sus maravillas submarinas, o rarezas como el manglar más septentrional del hemisferio. Enfrente, en la orilla oriental, también surgieron pronto nuevos polos de desarrollo turístico; Hurghada fue de los primeros, en este litoral. A unos 40 kilómetros más al sur, Sáfaga aportaba dunas de arena negra con notables propiedades curativas. Pero el sitio más reciente y de moda es Marsa Alam, todavía más al sur, y que es uno de los pilares de la política egipcia de diversificación, que ha puesto en marcha un plan colosal para derivar un canal del Nilo y ganar un pasillo paralelo de tierras cultivables al este de Luxor. Marsa Alam (a unas dos horas de Luxor por carretera) es uno de los puntos preferidos por los buceadores y cuenta con una reserva natural que se extiende por el sur hasta Gebel Elba. Pronto tendrá incluso su propio aeropuerto internacional.
Quienes tengan pánico a la inmersión pueden también disfrutar de los secretos del mar Rojo gracias a barcos con enormes fondos de cristal que hacen excursiones a los arrecifes. Hay otras muchas cosas que hacer. Algunos pueblitos, como Asalah, se han convertido en zocos donde la rica artesanía egipcia alcanza sus precios más ventajosos. El ambiente de cafetines alfombrados sobre la playa recuerda un poco la ingenuidad de los pueblos mediterráneos a principios de los sesenta, cuando estaban invadidos por una floración hippy. Otro de los atractivos es salir a cenar en pleno desierto, en jaimas tradicionales, a la luz de las antorchas y de la luna. Y está sobre todo la excursión obligada al monte santo de Moisés (Yébel Musa), donde está el monasterio de Santa Catalina, levantado por Santa Helena en el siglo IV sobre la zarza que ardía sin quemarse. Iconos y códice se atesoran en el recinto amurallado, a los pies de la roca imponente. La roca, el mar, el cielo, todo es en esta víscera del mundo de una pureza primordial.
Localización
Cómo ir. Viva Tours (www.vivatours.es) ofrece opciones muy flexibles. Una estancia de seis días en Sharm el Sheij, en el Sonesta Beach, más una noche de hotel en El Cairo y los vuelos Madrid-El Cairo y El Cairo-Sharm el Sheij, más traslados, sale por unos 1.320 euros. Seis días en Hurghada, en el Meliá Pharaoh, con una noche en El Cairo y los vuelos y traslados, sale en torno a los 1.480 euros. Dormir y comer. En Sharm el Sheij: Marriott (00 20 69 600190), de preciosa arquitectura y céntrico. Sonesta Beach Resort (00 20 69 600725), cúpulas y arcos blancos de aspecto moruno abrigados bajo la cornisa de roca, en una recogida bahía particular. Aida Partner Hotel (00 20 69 660719-20-24). En Marsa Alam: Kahramana Beach Resort (00 20 65 0195100261-2), Inncairo@intouch-com.eg. Alexander The Great Beach Resort (00 20 65 0195100272), metd@egypt.com. Shams Alam Resort (00 20 65 024170046). En Hurgada: Sheraton Soma Bay (00 20 65 545845). The Oberoi Sahl hasheeh (00 20 65 440777), p.o. box, 117 Hurgada, toshres@oberoi.com.eg. Sultana Beach Resort (00 20 65 540744-5), El Ahyaa Road.