Albariño, la reina blanca
Su historia. Asentada, secular y principalmente, en el Valle del Salnés (Pontevedra), su origen se remonta a tierras germanas. Fueron los peregrinos compostelanos los que trajeron esta uva, allá por el siglo XII. Del Salnés se propagó como fuego a las zonas circundantes y, posteriormente, traspasó fronteras, poblando el norte portugués, donde se elaboran los exquisitos vinhos verdes, en muchos casos de impecable factura.
Su origen. Siempre basándonos en hipótesis, el pasado de la Albariño la une, en diferentes teorías, a la variedad Riesling, a la Pinot Blanc e incluso a la Viognier típica del Ródano. Sin duda, su larga tradición en Galicia ya convierte a esta dama blanca en una uva autóctona de la zona.
Su localización. Sin contar un par de plantaciones experimentales, la delicada Albariño se circunscribe específicamente a una única área geográfica, Galicia, cultivándose en tres zonas, Rías Baixas, Ribeiro y Ribera Sacra.
Una uva cara. No cabe duda de que la súbita ascensión de la Denominación de Origen Rías Baixas se cimienta sobre las bondades de este mágico varietal, una uva cara debido a su escaso rendimiento, a la poca extensión de cultivo y a los altos costes de laboreo que impone una cepa rendida a la tiranía del clima húmedo y lluvioso. Todos estos inconvenientes suponen elevar las cepas en emparrados de hasta dos metros de altura, alejando los racimos del suelo y de la humedad, y someter a la planta, en muchos casos, a unos cuidados intensivos.
Cosechas irregulares. El desvelo de hombres y mujeres, el trabajo arduo y la costosa inversión se compensan con una buena añada. Ya se sabe, los grandes vinos a veces provienen de circunstancias adversas al borde de precipicios climatológicos. Pero a pesar del clima variable, los viticultores ejercen un sabio control apoyado en la tecnología más avanzada y en el estudio de sus posibilidades. Eso no quita que las bajas temperaturas que a veces debe soportar durante su floración y la inevitable lluvia provoque cierta irregularidad en sus cosechas.
Cata. Un buen Albariño atesora finura y elegancia, y está dotado de extraordinarias fragancias que nos recuerdan a ciertas frutas carnosas -manzanas y peras-. Hay notas de flores blancas y verdes campiñas. De paladar lleno y jugoso, posee vivacidad y frescura, resultando armónico y elegante. El Albariño es un referente de calidad que hace ya años que está exento de sorpresas negativas.
Maridaje. Esta uva blanca, la reina de los mares, se impone como compañera ideal de los manjares gallegos más refinados: mariscos de concha -almejas y ostras-, finos bocados como percebes o delicados camarones y otras nobles viandas.