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Brasil

Los difíciles juegos malabares de Lula

El presidente electo se ve en la encrucijada de aplicar políticas económicas que convenzan a Wall Street sin decepcionar a sus votantes

La semana posterior a las elecciones presidenciales en Brasil no ha servido, a juicio de los expertos, para despejar las incertidumbres que lastran a la mayor economía de Latinoamérica. Luiz Inácio Lula da Silva se mueve entre la espada y la pared. Tiene que doblegar las reticencias de los mercados, pero al mismo tiempo no puede defraudar a sus votantes, que le han convertido en el candidato con mayor apoyo en la historia del país con el 62% de los sufragios. En los cuatro primeros días de Lula como presidente electo, el real se ha depreciado (a media sesión de ayer) un 2,68% frente al dólar, acumulando una caída del 37% en 2002 y la Bolsa carioca ha subido un 1,49%.

La encrucijada en la que está metido el ex líder sindical se hizo patente en su primera intervención tras el resultado electoral. Lula se comprometió a atender los pagos de la deuda, a controlar la inflación y a actuar con responsabilidad fiscal. Palabras que suenan a música celestial para los inversores internacionales. Acto seguido, Lula recordó que su prioridad pasa también por erradicar el hambre y la pobreza, lo que sugiere, si no hay una mejor redistribución de la riqueza, un aumento del gasto público. 'No es suficiente que Lula diga que logrará este o aquel objetivo si no detalla maneras concretas para lograrlo. Por ejemplo, dijo que quiere aumentar el salario mínimo entre un 30% y un 40%. Esto tiene importantes consecuencias y es necesario saber cómo planean administrar el cambio', según comentó a la agencia Bloomberg Raúl Velloso, consultor económico de Brasilia y ex economista del Ministerio de Finanzas brasileño.

Para José Luis Martínez, economista jefe de Citigroup en España, es posible que la inestabilidad en Brasil continúe durante algún tiempo más, 'hasta que se compruebe si la situación económica del país es coherente o no con la política económica del nuevo Gobierno y su ideología'. En su opinión, la mejor descripción que se puede hacer de Brasil ahora mismo es a través de sus números macroeconómicos, con un crecimiento del 1,2% este año y del 1% el próximo (1,5% durante 2001); con una inflación por encima del 7,5% en 2002 y una previsión del 12% para 2003 (6,8% en 2001) y con un déficit público nominal del 3,7% y 4,6% del PIB para el periodo 2002-2003 (3,5% en 2001).

El control del déficit público es clave para que Brasil evite la suspensión de pagos. La deuda neta del país asciende a más de 300.000 millones de dólares, el 62% del PIB y el 45% de la misma está vinculada al dólar. La ayuda financiera que el FMI anunció el pasado mes de agosto por valor de 30.000 millones de dólares es clave para que Lula pueda hacer frente a los vencimientos, pero está vinculada a que Brasil obtenga un superávit presupuestario antes del pago de la deuda del 3,75% del PIB.

Aparte de las posibles contradicciones programáticas de Lula, a los mercados tampoco les ha gustado que sigan sin conocerse los nombres de las personas que deben ocupar cargos claves dentro de la política económica de nuevo Gobierno como el del próximo presidente del Banco Central y el del ministro de Hacienda, hasta ahora ocupados por Arminio Fraga y Pedro Malan, bien considerados en las esferas más influyentes de Wall Street.

La agencia crediticia Standard & Poor's (S&P) se apresuró a recordar un día después de las elecciones la importancia de un equipo económico fuerte para Brasil. 'Lula y la Administración enfrentan el desafío de aumentar la estabilidad macroeconómica de Brasil y presentar un conjunto consistente de políticas que sirvan para revertir finalmente las crecientes presiones del servicio de deuda. Las señales positivas pasarían por la formación de un equipo económico tecnocrático fuerte'. Si S&P se atreve a dibujar el perfil que debe tener el equipo de Lula, Bank of America va más allá y da hasta nombres y apellidos: Rubens Ricupero, actual secretario general de la Organización de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, para la cartera de Hacienda, y una terna de tres ex directores del Banco Central entre los cuales debería decidirse el nuevo presidente de la entidad.

Lula tomará posesión de su cargo el próximo 1 de enero. Hasta entonces se ha nombrado un equipo de transición compuesto por miembros de las Administraciones entrantes y salientes, coordinado por Antonio Palocci, médico y asesor de Lula en la campaña electoral, y cuya principal labor será reelaborar los presupuestos de 2003.

Mientras que el real brasileño no ha digerido bien la victoria de Lula, la Bolsa española, cuyas principales compañías tienen gran exposición a la zona, se lo ha tomado con más tranquilidad. Desde el pasado 6 de octubre, fecha de la primera vuelta electoral, el Ibex ha subido un 11,64%, frente al rebote del 13,24% del Euro Stoxx 50. Telefónica y el SCH, los valores más sensibles a Brasil, también han mostrado una evolución positiva desde entonces. La revalorización de la operadora ha sido del 18,95%, frente al 17,90% del sector de telecomunicaciones europeo y las acciones del banco han subido un 19,22% frente al 16,67% de su sector.

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