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La huelga planea sobre los frontones

Esta vez quien decida será el Gobierno vasco y no el juez de cancha. Los deportistas han solicitado la intervención del Ejecutivo para que resuelva el conflicto laboral que mantienen con las empresas.

El primer paro en la historia de la pelota a mano profesional está en el aire. Pelotaris y empresas, los protagonistas de una modalidad de la pelota vasca, un deporte minoritario, pero con un fuerte arraigo en el País Vasco, Navarra, La Rioja y buena parte de Castilla y León, además del sur de Francia y en varios lugares latinoamericanos, no se ponen de acuerdo a la hora de resolver sus diferencias laborales. Así que han decidido abandonar la cancha y acudir a las instituciones para zanjar cuestiones relativas a los salarios mínimos, categorías y duraciones de contratos, asuntos que los profesionales de otras disciplinas deportivas (ciclismo, fútbol o baloncesto) tienen cerrados. Es decir, un convenio colectivo.

Después de varios meses de negociaciones, el grueso de las diferencias se mantienen. Eskutik, el sindicato que aglutina a unos 70 pelotaris, se encarga de defender los intereses de los jugadores de pelota frente a los postulados de Aspe y Asegarce, las dos grandes sociedades de pelota que cuentan con una importante infraestructura empresarial. Fuentes de estas sociedades aseguran que 'la pelota da lo que da' y que las reivindicaciones de los jugadores cuestionan la viabilidad de las compañías.

Los ingresos proceden, fundamentalmente, de la televisión, las entradas -el aforo de los frontones no supera los 2.000 espectadores y es difícil que se ponga el cartel de completo-, la publicidad y del porcentaje del frontón. A cambio, aseguran otras fuentes, tienen que soportar algunos contratos, como el del riojano Titin III, que puede superar en una buena temporada los 300.000 euros, o los 240.000 euros de Rubén Beloki, presidente de Eskutik. Pero las nóminas ilustres no se prodigan. Otros pelotaris no llegan al salario mínimo interprofesional.

El discurso empresarial no encuentra eco en los pelotaris. Alberto Larrondo, portavoz de Eskutik, afirma que hay margen para la negociación. Por eso aparca la palabra huelga y confía en la mediación del Gobierno vasco.

Larrondo, asesor deportivo, esgrime la situación de otros deportistas (futbolistas, jugadores de baloncesto, ciclistas e incluso tenistas y golfistas) para cargarse de razones. 'Un jugador de fútbol de primera división tiene un salario mínimo anual de 63.000 euros y de 36.000 los de segunda. Lo que pedimos es un mínimo de 19.500 euros más dietas para un pelotari de primer año y 20.300 euros a partir del segundo'.

Las empresas en cambio, según Eskutik, ofrecen 13.200 euros para los jugadores de segunda categoría, con dietas, y 33.000 euros para los de primera. Las diferencias incluyen la elaboración de un ranking -un sistema que los pelotaris quieren que sea similar al de la ATP (tenis) y la PGA (golf)- y la duración de los contratos para evitar que finalicen durante las competiciones de mayor rango y sea utilizada como arma de negociación posterior. Igualmente, a la elección de un día para organizar un partido cuya recaudación íntegra se dirija a financiar al sindicato.

Pero quizá la negociación más importante no está sobre la mesa. Eskutik considera que en el plazo máximo de seis meses, los pelotaris abandonarán una situación irregular para entrar a formar parte de la legión de trabajadores acogidos al régimen general de la Seguridad Social. Esta reivindicación es cuestionada por Aspe y Asegarce, que se refugian, de nuevo, en el argumento de que la adopción de esta medida puede lesionar los intereses empresariales, así como su viabilidad.

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