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Reestructuración

La estabilidad actual en Argentina resultará efímera

La estabilización de las variables monetarias, como el tipo de cambio y la inflación, junto con un proceso de lenta recuperación en el sector industrial a partir de junio han sembrado esperanza sobre el inicio de una fase de recuperación de la economía argentina. Si bien esta estabilización es importante e indispensable para entrar en un ciclo expansivo tras cuatro años de recesión, no es suficiente para asegurar un crecimiento sostenido.

La estabilización monetaria observada no es, ni mucho menos, definitiva, debido a que descansa en una serie de medidas y situaciones anómalas.

La emisión monetaria de los primeros meses del año se ha logrado detener gracias al freno a la salida de depósitos del sistema financiero (con la obstaculización de los amparos) y a la consecución de un precario equilibrio fiscal.

Pero nada asegura que esta situación sea sostenible. Por un lado, el Gobierno deberá reconocer, tarde o temprano, que los bancos están quebrados y que tiene dos alternativas ante ello: reducir ese agujero mediante la emisión monetaria o asumirlo como deuda pública y comprometer a los contribuyentes por los próximos 20 años a su pago.

Por otra parte, el equilibrio fiscal descansa en factores puramente coyunturales, como el aumento de la recaudación, logrado gracias a la inflación, o la suspensión de todas las obligaciones públicas. En breve las presiones sociales obligarán al Gobierno a indizar los salarios de la Administración pública. Asimismo Argentina deberá reestructurar y reanudar el pago de su deuda en los próximos meses. El tipo de cambio se ha podido mantener estable desde junio gracias a que el estricto control cambiario y el aplicado a los movimientos de capitales han mantenido la demanda por pesos en niveles artificialmente elevados.

Una vez retirados estos controles, la demanda por pesos puede protagonizar una fuerte contracción y disparar un círculo de depreciación e inflación. Prueba de ello es que a pesar de los controles de capitales no se han podido acumular reservas frente al superávit corriente de 10.000 millones de dólares (10.200 millones de euros) que se anticipa para este año.

En el sector real, el boom generado por la sustitución de importaciones puede generar un efecto positivo inicial sobre el crecimiento, pero con una demanda interna subyugada por la ausencia de crédito y la caída del poder adquisitivo que ha sido generada por la inflación es poco probable observar un efecto benéfico sostenido.

El sector exportador, beneficiado por la depreciación del peso argentino, mostrará cierto dinamismo, pero no suficiente para compensar la constante caída de la demanda interna.

Una solución definitiva pasa por esclarecer cómo se repartirán las pérdidas generadas por la quiebra del sector no negociable de la economía (que no sólo incluye a los servicios públicos y la banca, sino a la mayor parte del tejido empresarial y al Estado).

La Administración de Duhalde parece haber decidido esquivar estas decisiones políticamente delicadas, a la espera de que sea el próximo candidato presidencial, que asumirá su cargo en mayo del próximo año, quien las tome.

Mientras tanto, la estabilidad que se observa actualmente es sólo un espejismo efímero. Una eventual ayuda de los organismos multilaterales puede ser constructiva en el sentido de que dotará al Gobierno de mayores herramientas para emprender las reformas reales, pero no permitirá esquivarlas.

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