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Secretos de despacho
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

El bazar de Vinçon

El director de la cadena de diseño e interiores, Sergio Amat, trabaja con la mesa repleta de objetos modernos. Desde una cacerola y una cuchara a un botijo, pasando por todo tipo de aparatos electrónicos, incluida una cámara digital

Monta un despacho en cualquier rincón. Se adapta a todas las situaciones e imprevistos. Cualquier lugar, como la entrada de la tienda, sirve para improvisar una zona de trabajo. Sergio Amat tiene despacho en Barcelona, donde está la sede central de la empresa de objetos de diseño y de interiores Vinçon, y otro en la sucursal madrileña. Lo único que precisa es espacio. 'Necesito que sean grandes porque siempre manejo gran cantidad de catálogos y de muestras de objetos. Los dejo durante mucho tiempo en el despacho porque los miro y los vuelvo a mirar antes de decidirme si los incorporo y los pongo en la tienda', explica.

En su mesa de trabajo en realidad tiene tres mesas; se apilan desde una cafetera, catálogos, un botijo, por supuesto de diseño y firma, un ordenador, una agenda y una cámara digital (fotografía todo lo que llega a sus manos). La mesa ha de ser grande, cómoda y sin patas. La silla, con ruedas. No quedan ahí sus exigencias. Aún hay más. Amat confiesa, con gran seriedad, que le gusta trabajar con poca luz. 'Sólo tengo espacios iluminados allí donde los necesito, lo prefiero así porque me concentro mejor. Me gusta la oscuridad', señala. De hecho, su despacho barcelonés está pintado en color granate oscuro. El mobiliario es negro. En Madrid prefiere el ladrillo visto.

Otra manía: no le gusta que le interrumpan. 'Cuando estoy en el despacho, estoy tan concentrado que no me gusta que me pasen llamadas ni que nadie entre en mi despacho'. Lo justifica diciendo que, como viaja mucho, el poco tiempo que pasa en su lugar de trabajo -una media de ocho horas-, le gusta aprovecharlo. Advierte que, a pesar de ello, su despacho siempre está abierto a todo aquel que necesite algo. 'Soy una persona muy accesible, pero cuando desconecto y me concentro, me molesta que me interrumpan', añade.

Su orden es un tanto especial. 'Puedo dar la sensación de desordenado porque en el despacho tengo un auténtico bazar: platos, jarras, relojes o sillas...'

Sergio Amat nació en Barcelona hace 38 años y confiesa que su único objetivo dentro Vinçon es 'utilizar sus conocimientos y experiencia profesional para aumentar la productividad de la empresa'. Comenzó su andadura profesional haciendo prácticas de ventas en la empresa Iborra. Más tarde se inició en la compañía de su familia, Vinçon, como escaparatista. Después creó y dirigió una sección de proyectos de cocina con la marca Bulthaup, para algún tiempo más tarde regresar a Vinçon y empezar a capitanear el departamento de imagen y relaciones públicas.

Se reconoce un apasionado del interiorismo y se mete de lleno en este campo. En el año 1994 se convierte en socio de la empresa. Estudió diseño industrial en la escuela Eina de Barcelona, así como diversos cursos de posgrado en diseño, sobre el color, arquitectura e interiores. Desde 1993, anota en su currículo, ha rehabilitado 19 viviendas unifamiliares, cuatro tiendas, un restaurante y hasta ha colaborado en la construcción de un geriátrico, 'con vistas al futuro', dice, dejando asomar desde su seriedad una miaja de humor.

En cuanto a los nuevos estilos de dirección, señala que en estos momentos los directivos tienen exceso de estudios, carreras y máster, pero les falta experiencia. 'Y ganas. Yo noto que a los ejecutivos les falta emoción y creatividad. Un directivo tiene que tener, por encima de títulos universitarios, imaginación. Lo importante es que la gente se divierta con lo que hace y que esté continuamente en proceso de creación', asegura.

Entre cacharros

 

No sorprende que a este ejecutivo se le vea entre cacerolas y pucheros. Los elige con esmero. Cada objeto que se vende en Vinçon ha pasado por las manos de Sergio Amat. Decide hasta la última cuchara.

 

 

 

 

 

 

 

Uno de sus objetos preferidos, y que siempre le acompaña en el despacho, es el perro Julian, una pieza de aluminio del diseñador Mariscal.

 

 

 

Amat asegura que jamás pondría una televisión en el despacho. 'Llegaría un momento en que me haría perder el tiempo y prefiero no tener tentaciones', señala. Necesita silencio para pensar. Lo que más le gusta de su trabajo es mezclar la parte creativa y el diseño con el marketing.

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