Espiritualidad empresarial
La creciente importancia del factor humano en las organizaciones supone también la necesidad de una mayor potenciación de esta dimensión ética
Todavía estamos intentando asumir qué nos quieren decir con lo de la ética empresarial y nos salen ahora con la espiritualidad'. He aquí una reacción probable entre directivos que oigan a hablar de 'espiritualidad y gestión'. Y sin embargo, se constata la creciente presencia de esta temática en ámbitos tanto académicos como empresariales. Y no sólo en los Estados Unidos o India: también en Europa empiezan a haber indicios en este sentido.
¿Es realmente posible relacionar espiritualidad con gestión, en un momento en el que la misma noción de espiritualidad está sujeta a fuertes reinterpretaciones? ¿Qué implicaciones puede tener ello para la empresa? En este terreno abundan más los interrogantes que las respuestas. Y sin embargo puede ser oportuno intentar clarificar algunos parámetros al respecto.
Tres posiciones principales parecen definirse. En primer lugar, la de los que niegan las mismas premisas, sea porque consideran que eso de la espiritualidad es pura fantasmagoría sea porque consideran que existe pero que no tienen nada que ver con el mundo de la empresa (ni, dicho sea de paso, con el de la política: la espiritualidad sería algo reducido a la esfera de lo privado, al mundo de la intimidad personal).
En segundo lugar tenemos la posición de los que profesan una determinada fe religiosa y procuran buscar en su seno enseñanzas sobre como debe llevarse el mundo de los negocios. Aquí la literatura empieza a ser abundante, y tanto católicos como islámicos o budistas, para mencionar sólo tres grandes tradiciones, fomentan encuentros, estudios y experiencias que procuran interpretar sus prácticas de gestión a la luz de sus convicciones religiosas y al mismo tiempo dilucidar directrices que puedan conducir dichas prácticas de acuerdo con los criterios fundamentales de su tradición. Finalmente, están emergiendo posiciones de contornos más difusos pero deseosas de plantear esta problemática en términos algo distintos. Pese a su diversidad, parecen converger en considerar la dimensión espiritual como una componente antropológica básica del ser humano, relacionada con su capacidad de establecer una distancia respecto al mundo y consigo mismo. Al ser constitutiva, la dimensión espiritual no puede separarse de cualquier realización humana, y por tanto, según estas posiciones, también el mundo de la gestión se ve implicado en esta dinámica. Así hablarán de la oportunidad de replanteamiento que la explicitación de esta relación supone para la gestión y para la concepción misma de lo que es una empresa, y del reto que para la espiritualidad supone enfrentarse a un ámbito tan estrechamente ligado a la lucha por la supervivencia como es el de la actividad empresarial.
Estos sectores insisten en la necesidad de cualidad humana de los directivos empresariales, dado su relevante papel en la sociedad contemporánea. Y subrayan el hecho de que la creciente importancia del factor humano en el seno de las empresas, propio de una sociedad en la que el conocimiento se ha convertido en el factor productivo clave, supone también la necesidad de una mayor atención e incluso potenciación de estas dimensiones constitutivas básicas.
¿Traducción de estas cuestiones en la vida empresarial? Se apunta a su relación con el clima en el seno de la empresa (incluido el aspecto físico de los espacios), el estilo de gestión, las relaciones horizontales, los procesos de aprendizaje, las relaciones con los stakeholders o iniciativas más específicas como la práctica del silencio y técnicas de meditación (con la consiguiente necesidad de espacios específicos para ello), el análisis de textos, rituales compartidos, etc. La problemática es incipiente, pero su potencial es significativo.