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El pulso exterior

Los agujeros del sector exterior

El esfuerzo de las autoridades comerciales por resaltar la mejora del déficit comercial, que se redujo un 12% interanual en el primer semestre, como un síntoma de corrección en el comportamiento tradicional de nuestros intercambios con el exterior, no deja de ser una encomiable labor de maquillaje para ocultar, bajo las luces del resultado final de la aritmética contable, los inquietantes agujeros que ensombrecen la evolución de los factores reales que intervienen en la operación.

En sintonía con la recesión del comercio internacional, que tendrá un crecimiento muy próximo a cero al final del ejercicio, y especialmente afectadas por la debilidad de las principales economías europeas y la crisis de América Latina, las exportaciones españolas registran una caída nominal del 2,2%, y del 3,1% real, que suponen el peor registro de los últimos 10 años.

Sólo una reducción aún mayor de las importaciones, consecuencia de la rebaja del 13,5% en la factura energética por el descenso de los precios del petróleo ha hecho posible, hasta la fecha, la citada mejoría del déficit de la balanza comercial que, de no haberse visto favorecido por este abaratamiento del barril de crudo, se habría disparado a máximos históricos, por encima de 48.000 millones de euros, o lo que es lo mismo, ocho billones de las extintas pesetas.

Nos encontramos pues ante una corrección meramente coyuntural de este desequilibrio tradicional de la economía española, sometida, además, a una creciente inestabilidad como demuestran las recientes subidas del petróleo, que comienza a aproximarse a la barrera psicológica de los 30 dólares/barril para los pedidos a noviembre, ante la amenaza del ataque norteamericano a Irak y la negativa de la OPEP a subir la producción.

En un escenario como éste, ni siquiera el aumento general de pedidos exteriores a 3 y 12 meses que refleja la última encuesta de coyuntura de la exportación puede considerarse indicativo de una incipiente recuperación, ya que, por la fecha del trabajo (mediados de julio), las previsiones de las empresas no recogían el impacto de un nuevo conflicto bélico en Oriente Próximo.

Frente a estas incertidumbres, cuya confirmación, junto al descenso en los ingresos por turismo, podrían alterar gravemente las previsiones oficiales respecto a una aportación neutra o ligeramente positiva del sector exterior al crecimiento de la economía, resulta preocupante la imagen de pasividad que transmiten las autoridades económicas, fiando la recuperación de las exportaciones a la mejora del clima económico internacional y sin respuestas aparentes a las inquietudes reales que manifiestan las empresas.

Las estrategias oficiales de internacionalización y los grandes planes, sin recursos financieros nuevos para sustentarlos, de poco sirven, y menos aún en épocas de crisis, si la iniciativa privada, a la que se invita al riesgo y se pide que corra con los gastos, no cree firmemente en el proyecto y percibe el liderazgo político y el respaldo administrativo de los responsables. Dos condiciones básicas que contrastan con la sensación de 'desorientación, burocracia y desaliento' que transmite hoy, cada vez con voz más alta y en círculos más amplios, nuestro sector exportador.

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