Las incógnitas de la Ryder
La Ryder Cup no está a salvo. El conflicto con Irak amenaza de nuevo la celebración
Un año después de los atentados del 11-S, que obligaron a suspender el enfrentamiento bienal entre los equipos de Europa y Estados Unidos, la Ryder Cup no está a salvo. El presidente estadounidense, George W. Bush, un mediocre jugador de golf que pierde más bolas en el campo que su antecesor en el cargo, Bill Clinton, pese al numeroso séquito que le acompaña cuando practica su deporte favorito -a menudo en compañía de su padre-, está empeñado en sumir la Ryder Cup en la incertidumbre. Si el conflicto con Irak empeora, el capitán del equipo de EE UU, Curtis Strange, ha avanzado que la semana próxima sus jugadores no viajarán a Inglaterra para jugar la 34º edición de la Ryder. Un anuncio que ha creado auténtico pánico en Europa tras afrontar las pérdidas económicas que supuso el aplazamiento del año pasado.
La ciudad de Birmingham, la más cercana al recorrido de The Belfry, en Sutton Coldfield, donde se alojará el grueso de los aficionados, vería cómo se cancelan por segundo año consecutivo miles de reservas hoteleras. Y ¿qué harían las carísimas tiendas con exclusivos artículos de golf con el anagrama Ryder Cup 2001? Sería un golpe mortal para una competición que sustenta a la PGA británica y, en buena parte, la PGA European Tour que cede a sus jugadores.
La Ryder Cup, creada en 1927, hasta ahora sólo había sufrido la suspensión forzosa a causa de la Segunda Guerra Mundial. Otra incógnita es saber cuál será la respuesta del público, después del trato que los estadounidenses dispensaron a los europeos en la edición de 1999 en Brookline, Boston. La Ryder Cup ha dejado de ser un acontecimiento amistoso y se ha transformado en el choque entre los dos mejores equipos de dos continentes. Tiger Woods ha pedido a los organizadores que limiten la venta de cervezas en el campo para evitar incidentes como los sucedidos en Boston. El escocés Colin Montgomerie tuvo que soportar todo tipo de vejaciones, obligando a la policía a expulsar a los alborotadores. En la Ryder Cup, cuando un jugador rival falla un putt, el público no reprime su satisfacción. Los europeos, teóricamente inferiores, sienten un auténtico gozo al derrotar a Estados Unidos.
Por primera vez desde 1995, en el equipo de Europa habrá un solo representante español. Se trata de Sergio García, sobre el que gira la incógnita de saber con quién desfilará en el protocolario acto inaugural, en el que las esposas de los jugadores acompañan a sus parejas. ¿Será su madre, Consuelo, que ya estuvo en Boston? Tal vez sea su hermana pequeña, Mar, pero hay interés en que sea su novia, la tenista suiza Martina Hingis, quien por primera vez esté al lado del castellonense en un acto oficial. Otra opción es que desfile solo, como hizo Olazábal, el gran ausente de esta edición, en 1999.
Los capitanes europeo y americano, Sam Torrance y Curtis Strange, respectivamente, decidieron respetar a los jugadores clasificados para el año pasado. Eso no garantiza que sean los mejores del momento. Pero en la Ryder lo que importa es ganar, aunque sea jugando mal. Una decisión polémica de la que el domingo 29 se arrepentirá uno de los dos: el perdedor. EE UU tiene el trofeo en su poder, y Europa, la ambición de arrebatárselo.