El canciller Schröder supera a Stoiber en los sondeos de intención de voto
A sólo 12 días de las elecciones para elegir un nuevo Gobierno, la crisis con Irak ha introducido en la campaña electoral un inesperado debate: ¿deben los alemanes respaldar al canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, rotundamente contrario a una acción militar contra el régimen iraquí? La postura de Schröder, quien ayer negó no sólo apoyo militar sino también financiero al ataque, ha planteado paralelamente una amarga cuestión: la pérdida de liderazgo político de Alemania y su papel en la Unión Europea. El nombre de Helmut Kohl y la añoranza de los gloriosos tiempos en los que Alemania era la invitada de honor en los foros internacionales flota en el ambiente.
'Es increíble lo impasibles que se muestran el canciller y sus paladines al tirar por la borda 50 años de relaciones entre EE UU y Alemania', afirma Jacques Schuster, analista político del diario conservador Die Welt.
Los ataques a Schröder en el entorno de la oposición se centran en el hecho de que el canciller no haya viajado a Washington, como sí lo ha hecho el primer ministro inglés o el presidente francés. 'Desde Konrad Adenauer no habíamos tenido un canciller con tan poca influencia política en el mundo', afirmó Friedrich Merz, líder del grupo parlamentario de la Unión Demócrata Cristiana.
El domingo, más de 15 millones de telespectadores vieron cómo Schröder, impasible y con el talento mediático que le caracteriza, descartaba cualquier acción militar contra Irak, 'incluso si es aprobada por la ONU'. Su postura contraria a la guerra le ha hecho ganar puntos en las encuestas, que hace sólo una semana le igualaban en intención de voto con Stoiber. Ayer, Schröder logró situarse, por primera vez en toda la campaña electoral, un punto por delante de su opositor. Según una encuesta de Infratest Dimap, Schröder alcanzaría un 39% de los votos, frente al 38% del candidato democristiano, Stoiber.
El paro, récord en tres años
De hecho, Schröder mantuvo una postura muy diferente sobre la cooperación con EE UU durante los meses posteriores al 11 de septiembre, llegando a afirmar que Alemania estaría siempre del lado del pueblo americano, aún en situación de guerra. Algunos observadores justifican el viraje de Schröder como una manera de aliviar las tensiones económicas que se viven en Alemania. 'En caso de guerra, los impuestos volverían a subir y el consumo se retraería aún más', afirma el presidente de la Organización del Comercio Minorista (HDE) en Der Spiegel.
La crisis económica era (hasta la irrupción del conflicto iraquí) prácticamente el único tema de campaña, en concreto los más de cuatro millones de parados que se registraron en el mes de agosto. Cuando Schröder llegó al poder en 1998, había 600.000 desempleados menos.
Desde el Gobierno se culpa a la coyuntura internacional, y el canciller apela a una extensión de su mandato para emprender el programa de reformas económicas, parte del cual (como la segunda fase de la reforma de impuestos) ha tenido que ser aplazada por las inundaciones que asolaron este verano el este del país. El ministro de Finanzas, Hans Eichel, observa impotente cómo mes tras mes la 'fuerte recuperación' que pronostica se hace esperar. Alemania está débil, como demuestra el crecimiento económico del 0,3% que experimentó el país en los dos primeros trimestres. Las expectativas son alcanzar el 0,5% antes de final de año.
El clima general es de profundo pesimismo. 'Los alemanes no han sentido nunca la sociedad tan injusta como tras cuatro años de Gobierno rojiverde', afirma un profesor de Ciencia Política de la Universidad Humboldt, en Berlín. A las históricas cifras de paro se suma una ola de quiebras empresariales, que, tras afectar a grandes corporaciones como Babcock, Fairchild Dornier y Kirch, está llegando a miles de pequeñas empresas. Según algunas estimaciones basadas en el ritmo de cierres empresariales desde principios de año, las quiebras podrían alcanzar la cifra récord de 41.000 a finales de 2002. La oposición conservadora parece tenerlo fácil apelando a la desastrosa situación económica, que en el Este llega a niveles de antes de la reunificación, en 1990.
El seguro de desempleo, una factura creciente
Un taxista de Núremberg (Baviera), perteneciente a la tercera categoría fiscal, con un hijo, asegurado en el servicio sanitario AOK Bayern, recibiría 2.200 euros al mes en el caso de que se quedara sin empleo. La alta protección del Estado hacia los parados en Alemania ha hecho que el país se endeude hasta niveles históricos. Las cifras de desempleados, que superan los cuatro millones, obligó a destinar el año pasado 34.000 millones de euros para ayudas y protección por desempleo. Eso sin contar con la pérdida de ingresos que suponen: más de 31.000 millones de euros.
El paro ha hecho mella sobre todo en los länder del Este, que, tras las inundaciones, han visto caer la cifra de empleo a niveles de la reunificación. Baviera y Baden Württenberg, con el 5,5% y el 5,9% de desempleado, son los dos Estados federados con menor cifra de parados. En agosto, sin embargo, ambos Estados han visto ascender la cifra, igual que el resto de los länder. Tanto el partido democristiano (CDU) como el socialdemócrata (SPD) tienen claro que una profunda reforma del sistema de desempleo es inevitable. La cuestión es quién le dice al electorado algo tan difícil de escuchar: que el futuro ya no es tan seguro.
Stoiber promete destinar 10.000 millones de euros a la lucha contra el paro y la reactivación empresarial, que llevarían a crear, según la CDU, 800.000 empleos. Schröder contraataca con el informe de la Comisión Hartz que, con una serie de reformas del mercado laboral, pretende recortar por la mitad la actual cifra de parados.