_
_
_
_
_
En portada

Los efectos colaterales de la crisis

La deuda y el oro se han convertido en el refugio de los inversores. El precio del petróleo se ha disparado por la amenaza de un conflicto bélico

El 10 de septiembre de 2001, el oro cotizaba a 271 dólares la onza, el barril de crudo a 27,45 dólares y la rentabilidad del bono a 10 años era del 4,83%. Pocas horas después estos niveles eran historia.

El pánico que desataron los atentados terroristas del 11-S con la consiguiente caída de los mercados de valores llenó de incertidumbres el rumbo de las economías mundiales, que ya antes de los acontecimientos de Nueva York y Washington se debatían entre la ralentización del crecimiento económico y el temor a la recesión.

Para los expertos, los atentados del 11-S fueron la puntilla a una situación económica ya de por sí deteriorada. Buena muestra de ello es la bajada que venían experimentando las rentabilidades de la deuda del Tesoro. 'Los inversores ya empezaban a tomar posiciones en renta fija ante el incierto panorama macroeconómico que se avecinaba. El 11-S sólo agravó la situación', apunta José Ignacio Vidri, de ABN Amro.

Desde entonces, la deuda pública a largo plazo, principalmente la estadounidense y la europea, se ha convertido en el refugio por excelencia de los inversores y en la gran beneficiada por la crisis económica. El bono a 30 años estadounidense ha pasado del 5,43% en el que se encontraba al 4,86% mientras el de vencimiento a 10 años ha caído en el mismo periodo hasta el 4%, el nivel mínimo de los últimos 40 años. La explicación a este comportamiento es sencilla, según Félix González, de Beta Capital MeesPierson. 'La subida de las primas de riesgo de los mercados financieros mundiales y el empeoramiento de la economía global han supuesto que las alzas de los tipos de interés fueran impensables, lo que ha beneficiado directamente a la deuda', explica.

Este filón, lejos de agotarse, continuará en los próximos meses a juzgar por la inestabilidad que siguen mostrando las Bolsas. 'Es cierto que las rentabilidades están cayendo, lo que supone que los inversores están pagando más por los bonos, pero no es menos cierto que las incertidumbres que se ciernen sobre la economía mundial hace que los inversores busquen activos seguros', explica Juan Ignacio Crespo, de Lipper.

No sólo eso, la posibilidad de que tanto Europa como EE UU abaraten el precio del dinero en los próximos meses, como descuenta la curva de tipos de interés, y los contradictorios datos macroeconómicos publicados últimamente son un aliciente más para tomar posiciones en renta fija. 'Prevemos un escenario positivo para los bonos al menos en los dos o tres próximos meses', apunta Vidri. 'A partir del segundo trimestre de 2002 su evolución puede ser algo más negativa, sobre todo si se aprecian los primeros síntomas de que la reactivación económica está en marcha', añade este experto.

El oro recupera brillo

La deuda no es la única que ha sacado partido a la crisis económica. Cuando ya muchos veían en el oro una simple reliquia del siglo pasado (no en vano un día antes de los atentados terroristas cotizaba a su nivel mínimo de los últimos 19 años), este metal precioso, con su vieja reputación de valor refugio, se convirtió en un seguro. La subida desde los 271 dólares la onza hasta los 296, apenas semana y media después, fue la respuesta de los inversores al pánico desatado tras el 11-S. 'Las dudas sobre la solvencia del sistema financiero han provocado que los inversores hayan buscado activos más sólidos y tangibles, y el mejor representante de ello es el oro', apunta González. Ayer, la cotización de este metal precioso se negociaba en torno a los 320 dólares la onza pero el 4 de junio llegó a los 330,30 dólares, su nivel máximo, un 22% por encima del precio del 10 de septiembre de 2001.

Sin embargo, así como los expertos aún ven recorrido a la deuda del Estado, menos optimistas se muestran respecto a la evolución del oro. 'El hecho de que su evolución sea inversamente proporcional a la del dólar y que no haya presiones inflacionistas juegan en contra de la cotización del oro', sostiene José María Vilar, de Ahorro Corporación.

Pero si hay un activo que desde los atentados ha disparado su precio, ése es el petróleo. Mientras el resto de materias primas (léase algodón, soja, etc.) apenas han sufrido implicaciones, el efecto de los atentados en el precio del crudo fue inmediato. En apenas tres días el barril de oro negro se revalorizó un 7,21%. Una subida comprensible si se tiene en cuenta el temor a nuevos atentados y la ofensiva que EE UU preparaba contra Afganistán. Una vez las tensiones se relajaron y desapareció el componente especulativo que había aumentado su precio, el petróleo comenzó a abaratarse. Los comentarios de la OPEP, desvinculándose de los atentados y asegurando que la oferta no se contendría, ayudaron a que el precio cayera hasta los 17,76 dólares en noviembre de 2001.

Ahora, la cada vez más cercana posibilidad de un conflicto bélico de EE UU contra Irak ha vuelto a disparar la cotización del crudo. En la última semana, el barril se ha llegado a negociar a 28,49 dólares, un 43% por encima del precio de principios de año. Una amenaza más para el crecimiento de la economía global, según los expertos.

Para los próximos meses, las perspectivas no son demasiado halagüeñas. La posibilidad de un ataque contra Irak toma cuerpo a medida que pasan los días, con el tensionamiento de los precios del crudo que supone. 'A corto plazo una intervención bélica será negativa para los precios del crudo', señala Vilar. Sin embargo, la posición que tome Arabia Saudí en el conflicto será determinante para los precios los próximos meses. 'Si Arabia Saudí no está de parte de EE UU el barril puede dispararse hasta los 40 dólares', señala González. Con todo, pocos ven el barril por debajo de los 24-25 dólares.

Archivado En

_
_