Los errores de software cuestan caros
Los fallos en los programas informáticos costaron 60.000 millones de euros a las empresas de EE UU, según un estudio del Departamento de Comercio. Los casos de empresas que achacan importantes pérdidas a los fallos provocados por el mal funcionamiento de una nueva aplicación están despertando una actitud muy crítica ante la industria del software.
El fabricante de semiconductores Agilent Technologies es el último caso de una empresa que hace público su enfado al ver como un error informático repercutía directamente en su cuenta de resultados.
Agilent asegura que un problema en la transmisión de datos de su sistema de pedidos y contabilidad a un nuevo programa de gestión de Oracle le ha provocado unas pérdidas de 105 millones de euros en su facturación y de 70 millones en sus beneficios. Los fallos en el sistema de Oracle, instalado en el mes de junio, han causado distintas paradas en la producción de la compañía, equivalentes a una semana de inactividad, según relatan los responsables de la compañía en las páginas de la prensa de EE UU.
Su situación no es un hecho aislado, pues las malas experiencias informáticas de Nike, Whirpool o Foxmeyer, por citar algunas de las más conocidas, ya fueron noticia hace semanas.
Los fallos en los grandes sistemas de gestión de negocio costaron unos 60.000 millones de euros el año pasado a las empresas estadounidenses de acuerdo con un informe del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología del Departamento de Comercio de EE UU. Y eso que en el estudio sólo se tuvieron en cuenta los fallos graves que supusieron interrumpir la actividad de la compañía o perjudicaron su productividad.
Las marcas de software se están jugando la confianza de sus clientes y se muestran preocupadas. Lo primero que aclaran es que los sistemas de gestión empresarial son muy sofisticados y no funcionan de manera aislada, sino interconectados con otros programas, que pueden ser muy antiguos y estar escritos en lenguajes obsoletos.
La culpa tampoco se puede achacar íntegramente al fabricante porque en la mayoría de los casos es una tercera empresa la que se encarga en la adaptación del programa a las peculiaridades específicas de los sistemas del cliente. Cuando se produce un fallo muchas veces es difícil distinguir si es un error en el propio producto o si se ha producido en las líneas de código de la adaptación.
Pese a estas explicaciones, las empresas se muestran muy críticas, especialmente con las pautas que marcan el funcionamiento del desarrollo de software. La aparición de nuevos productos viene marcada por la fuerte competencia. En una media de dos años, el fabricante ha de sacar al mercado una nueva versión de su producto, que en la mayoría de los casos no está lo suficientemente probado. Así, la industria del software está acostumbrada a distribuir continuos parches para corregir fallos que se van descubriendo según se comercializa el producto.
No hace falta buscar demasiado lejos para encontrar ejemplos. El propio Microsoft saca al mercado sus parches de seguridad y continuas 'actualizaciones', que vienen a suplir los fallos de su sistema operativo o sus aplicaciones.
La burbuja de Internet vino a acelerar aún más el proceso de desarrollo de nuevos productos, pues todas las empresas querían programas con nuevas funciones que les catapultasen a la era digital.
Oracle es una de las empresas que están pagando más caro las prisas de esos años. Su paquete de aplicaciones E-Business 11i, que lanzó en el año 2000, está siendo sujeto a continuas críticas como la de Agilent. La primera versión del producto ha sufrido unas 5.000 correcciones. Los ejecutivos de Oracle reconocen que se precipitaron en el lanzamiento, pero aseguran que los problemas ya están controlados.
Los programas no sacan partido a los equipos
Los errores en los programas informáticos son aceptados de manera natural por cualquiera. Siempre han existido. Las quejas de empresas como Nike o Lego, que cuentan sus fracasos y los importantes perjuicios causados por nuevos programas, están levantando duras críticas contra los desarrolladores.
El rendimiento de los ordenadores y servidores, que usan procesadores cada vez más rápidos, avanza a una velocidad mayor que la innovación en las aplicaciones, que no están siendo capaces de sacar partido las nuevas capacidades del hardware. 'El software es el verdadero cuello de botella. Mi sensación es que esto va ir a peor', aseguraba al Financial Times Bill Joy, cofundador de Sun Microsystem.
Los fabricantes no tienen una fórmula mágica para terminar de la noche a la mañana con los errores en las nuevas aplicaciones. Según los expertos, quizás bastase con un mayor tiempo de pruebas antes de comercializarlos y una mayor colaboración entre las marcas para asegurar una mayor compatibilidad.