Exteriores asegura que España no modificará su postura ante el Sáhara
La práctica totalidad de los grupos políticos hicieron ver ayer a la ministra de Exteriores su preocupación por el futuro del Sáhara occidental ante la posibilidad de que el Gobierno español cambie de posición y asuma el criterio de Marruecos, respaldado por Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, favorable a la concesión de una autonomía limitada para este territorio, siempre bajo la soberanía del Reino marroquí.
Ana Palacio salió al paso de esta hipótesis. 'No he hablado [con Marruecos] del Sáhara porque el planteamiento del Gobierno consistió en aislar este tema. No hay cambio de postura', dijo enérgica la ministra.
Palacio añadió que en su reciente entrevista con Benaissa se limitó a abordar el acuerdo sobre el islote Perejil y también a reflexionar sobre la forma de 'hacer pedagogía ante la opinión pública' para superar los prejuicios que se acrecientan sobre el país norteafricano.
La ministra restó también importancia al débil papel protagonizado por la Unión Europea en el conflicto del islote y admitió que Francia, 'que también tiene sus intereses', frenó una declaración favorable a las posiciones de España por parte del plenario de la UE porque entendía 'que ya se había pronunciado la presidencia'.
Palacio también quitó relieve a la frialdad con la que fue recibida en Rabat. 'Le doy el valor que tiene, pero el formato ofrecido por Marruecos, sin ser cálido, fue aceptable y correcto', mantuvo. En el aeropuerto de la capital marroquí fue recibida por el jefe de protocolo, no por su homólogo, escena que volvió a repetirse cuando acudió a entrevistarse con Benaissa al Ministerio de Exteriores.
Las críticas al Gobierno por su política 'arrogante' hacia Marruecos fueron especialmente duras por parte de IU, el BNG, el PA, Coalición Canaria y el PNV. El portavoz de este último partido, Pedro Azpiazu, intentó ridiculizar al presidente José María Aznar al recordar que pocos días antes de que soldados marroquíes se instalaran en Perejil, presumía de fumarse un puro junto al presidente estadounidense, George Bush, y de tener tanta confianza con él como para poner los pies encima de la mesa. 'Luego', dijo Azpiazu, 'se demostró que tenemos un presidente que ni siquiera es capaz de resolver un problema doméstico'.