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Bienes de equipo

Mecapeña pone fin a una historia de 60 años con la subasta de activos

El fin de la historia empresarial de Mecánica de la Peña comenzó a escribirse el 15 de mayo de 1999, cuando el grupo presentó la suspensión de pagos con un pasivo de 147,85 millones de euros. La propuesta de convenio de acreedores, gestionada por el abogado de la empresa, Pedro Chacón, no recibió las adhesiones suficientes y la situación derivó a la quiebra y posterior liquidación. En próximas fechas llega la subasta de activos de la compañía, principalmente los terrenos e instalaciones de la sede de Urduliz (Vizcaya). Se trata de varios pabellones y del edificio de oficinas, un rascacielos que rompe con la estética rural del municipio vizcaíno. Estos activos soportan cargas hipotecarias y embargos, y los trabajadores de Mecapeña tienen una opción preferente para su compra.

De hecho, la Seguridad Social ya ha subastado un pabellón (quedan otros dos), que ha sido adquirido por los empleados. Este colectivo, integrado por más de 300 personas, recibió este mes la notificación de la rescisión de sus contratos. La plantilla estaba integrada por más de 400 profesionales cuando el grupo suspendió pagos. Ahora los sindicatos buscan una salida a estos 300 ex empleados de hecho, la mayoría con más de 50 años de edad. Las centrales sindicales han calculado que la fórmula de las prejubilaciones a partir de esa edad costaría unos 51,69 millones, a cubrir al 50% entre las Administraciones de Madrid y Vitoria, que han recibido la visita de los representantes sindicales con esta oferta.

Rivalidad

El final de Mecapeña llega cuando su rival local, la antigua Babcock & Wilcox (B&W) también atraviesa por una mala etapa, por la crisis de su principal accionista, el grupo alemán Borsig, que suspendió pagos el pasado 5 de julio con un pasivo de más de 800 millones.

La última etapa de la industria de Urduliz se empezó a escribir en 1986. En aquel año Mecánica de la Peña también suspendió pagos y en medio de esa situación apareció la sociedad Hi-Tec, liderada por Jesús Lobo y Pedro Abásolo, que compró la empresa por una peseta. Lobo y Abásolo se afanaron en la búsqueda de un socio y hasta llegaron a anunciar un acuerdo de fusión con el fabricante vasco de tubos Tubacex. La alianza se rompió casi inmediatamente sin explicaciones oficiales. Los socios de Hi-Tec convencieron al grupo noruego Kvaerner, que compró el 55% de Mecapeña en septiembre de 1996 para luego abandonarla por su propia crisis, que derivó, como no podía ser menos, en una suspensión de pagos.

Posteriormente, Hi-Tec buscó el apoyo de la compañía estadounidense McDermott, sin éxito, y como última oportunidad intentó engancharse a Borsig cuando compró Babcock, como una especie de oferta sectorial en bienes de equipo. Tras estos fracasos, Mecapeña suspendió pagos atrapando a 1.000 proveedores, la mayoría pequeñas y medianas empresas. En medio, Hi-Tec tuvo otras aventuras desafortunadas, puesto que también llevó a la liquidación en 1996 a otro histórico de la industria vasca, Ucem, previa venta de activos (Altos Hornos de Bergara, Nervacero y Dorlet, entre otros) a terceros. Antes, a Hi-Tec le dio tiempo para suspender pagos en su filial madrileña IDS, dedicada a la inteligencia artificial y que en 1994 dejó un pasivo de 13,82 millones.

En su etapa en Mecapeña, Hi-Tec también procedió a la venta de los activos más valiosos, como la matricería de automoción Mecaner, adquirida por Comau, la división de componentes de Fiat.

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