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La Opinión del Experto

La eficiencia de las grandes entidades financieras

Pedro Castañeda analiza la eficiencia y la rentabilidad de las grandes entidades financieras en comparación con rivales de menor tamaño

Las entidades financieras grandes, aquellas cuyos activos superan los 128.000 millones de dólares, se están quedando atrás en la creación de valor. Excepto en algunos casos muy aislados, la mayoría de estas grandes entidades no están llegando a alcanzar ni la eficiencia ni la rentabilidad de sus colegas más pequeños. De hecho, hoy en día las mejores entidades financieras están resultando ser de tamaño medio, aquellas cuyos activos se sitúan entre los 32.000 y los 125.000 millones de dólares.

Esta tendencia queda reflejada en un estudio sobre la distribución financiera retail en 2005, elaborado por PWC Consulting. Según el mismo estudio, las causas de esta tendencia son varias, pero las principales serían las tres siguientes:

1. Falta de flexibilidad. En primer lugar, la expansión de muchas entidades financieras se está produciendo en forma de grandes incrementos, lo que hace inflexible su modelo de negocio. Por ejemplo, cuando han aparecido nuevos canales de distribución de las entidades financieras, éstas los han desarrollado en general uno a uno, creando unidades estancas o silos operativos que resultan ineficientes, ya que parte de su funcionalidad es redundante con la de otros canales. Sin duda, esta situación debilita el rendimiento de la entidad y le hace más difícil responder a los cambios de la demanda.

2. Limitaciones para crecer internacionalmente. A pesar de los avances de mercado único, incluyendo la introducción de la moneda única, las entidades financieras se encuentran con barreras regulatorias, culturales y legales que dificultan su entrada en otros países de la Unión Europea. Sin embargo, la saturación de sus mercados domésticos les impide alcanzar nuevas economías de escala, evitando que se aprovechen a tope de su tamaño para crear eficiencia.

3. La tecnología, que complica las cosas a veces en vez de simplificarlas. La tecnología progresa y abre nuevos caminos para comunicarse con los clientes, pero esto produce la necesidad de nuevas aplicaciones estándar para habilitar canales como el teléfono, Internet, la TV interactiva, los móviles o el PDA.

Por otra parte los sistemas host desarrollados a medida resultan caros de mantener y de modificar. La reciente utilización de las tecnologías de middleware alivia algo los costes de nuevas aplicaciones, pero a pesar de ello, el 70% del gasto en tecnología de las grande entidades financieras se emplea en mantenimiento o remodelación de las aplicaciones actuales, en detrimento de los nuevos sistemas.

La solución a estas situaciones parece que no puede venir de la mano sólo de modestos cambios incrementales, sino que deberá producirse a través de modificaciones sustanciales en los modelos de negocio.

Nuestra propuesta es implantar nuevos modelos operativos que produzcan una mayor capacidad para adaptarse a cambios con la suficiente rapidez, que hagan posible manejar grandes volúmenes de operaciones con flexibilidad y que aseguren la fidelidad de los clientes.

Esto último resulta fundamental en un mercado cada vez más complicado.

Sólo de esta manera las grandes entidades financieras podrán alcanzar la eficiencia y la rentabilidad a la que están llegando sus colegas de menor tamaño.

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