La Federación Rusa, todo un reto para Occidente
Pedro Fernández explica las reformas fiscales y el importante esfuerzo legislativo realizados por las autoridades públicas en Rusia para crear un clima favorable a las inversiones extranjeras
Rusia, con sus 150 millones de habitantes, tres cuartos de los cuales viven en núcleos urbanos, ha despertado un notable y comprensible interés para las empresas occidentales desde aquel ya lejano 1991, clave en la reciente historia mundial.
El tránsito a una economía de mercado capitalista en un país con tales ingentes recursos humanos, técnicos y naturales abrió un horizonte de oportunidades que comenzaron a aprovechar las empresas mayores y más dinámicas de Europa y Norteamérica. No ha sido, sin embargo, para estas empresas una experiencia más de acceso a un mercado embrionario; pronto comprendieron que ellas mismas estaban jugando un papel importante en la creación y estructuración de un nuevo mercado, proceso tutelado en cierto modo por organismos internacionales como el Banco Mundial, el FMI y el BERD.
Cabe destacar el desarrollo de dos sistemas de infraestructura fundamentales, inexistentes hasta principios de la década pasada: las redes de distribución comercial, y un sistema bancario abierto y competitivo.
Conscientes de la importancia de la inversión extranjera en el proceso de adaptación y crecimiento, las autoridades públicas han realizado un esfuerzo legislativo por crear un clima favorable a las mismas, habiéndose adoptado un sistema de garantías básicas que incluyen el tratamiento igualitario respecto a las inversiones nacionales, la garantía de protección jurídica y el derecho a la compensación de pérdidas por las acciones ilegales de Administraciones, la garantía contra cambios legislativos desfavorables manteniéndose transitoriamente las condiciones del momento inicial de la inversión, o la garantía del uso en Rusia o la repatriación en moneda extranjera de los beneficios legalmente obtenidos después de haber satisfecho los impuestos aplicables.
Leyes más especiales de singular relevancia para empresarios extranjeros son las que regulan los acuerdos de concesiones, o las zonas de libre comercio, o las que establecen los sectores, tipos de producción, clase de actividad y zonas geográficas donde la actividad de los inversores extranjeros es favorecida. También es relevante el acercamiento del sistema ruso de contabilidad hacia las normas occidentales e internacionales.
En cuanto al marco fiscal, desde el pasado 1 de enero, el impuesto sobre sociedades ruso ha visto reducido su tipo de gravamen del 35% al 24% para residentes y al 20% para no residentes con establecimiento permanente. La base imponible se determina a partir del resultado contable (con ciertos ajustes) y los dividendos obtenidos por no residentes se gravan al 15% (porcentaje que puede reducirse al 5% o 10% si se dan ciertas condiciones previstas en el convenio para evitar la doble imposición entre España y Rusia).
En lo demás, el sistema fiscal es estructuralmente similar al español y de otros países occidentales, dotado de figuras impositivas como el IVA, cuyo tipo básico general es del 20%, o el impuesto sobre la renta, con tres tipos de gravamen fijo para distintas clases de rentas, destacando el del 13% para las derivadas del trabajo personal, tipo este relativamente inferior a los europeos, si bien ha de valorarse conjuntamente con las contribuciones sociales a cargo de los empleadores, que pueden ascender al 67,6% de los salarios.
Posiblemente el reto de la administración fiscal sea aumentar el grado de cumplimiento por parte de los contribuyentes de sus obligaciones fiscales. Recientemente, con el objetivo de aumentar el control administrativo de esta importante área, se ha introducido la obligación para las entidades rusas, y se espera pronto para las extranjeras, de volver a censarse en el Ministerio de Hacienda, bajo sanción de liquidación obligatoria en caso de incumplimiento.