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Perfil de éxito
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

El tesón de una bodega de familia

José María Gandía Perales forma parte de la tercera generación de la familia que fundó Bodegas Gandía, y es artífice, junto a sus hijos, de la modernización de una compañía que quiere cambiar los tópicos sobre la calidad de los vinos valencianos

Bodegas Gandía es una empresa familiar cuyos orígenes se remontan al siglo pasado. De hecho, José María Gandía Perales, actual presidente de la compañía, forma parte de la tercera generación de la familia al frente una compañía vinícola que tiene el futuro asegurado, ya que tres de sus hijos trabajan ya en distintos departamentos de la firma. Pero esta historia se pudo haber cortado en la segunda generación, cuando José María Gandía Ferri, el padre del actual responsable de la compañía, no siguió la estela del fundador y estudió medicina. Acabados los estudios, entró a trabajar en el Hospital Provincial de Valencia con tan mala fortuna que coincidió con una grave epidemia. 'Mi padre al llegar y ver el duro panorama que tenía ante sus ojos, con la gente muriendo sin posibilidad de hacer nada por evitarlo, no lo puedo soportar, y una semana después dejó el hospital y regresó al negocio familiar', explica ahora su hijo.

José María Gandía Perales nació en 1940, cuando la empresa ya arrastraba medio siglo de actividad. Sin embargo, las cosas eran muy diferentes entonces. La empresa fundada por su abuelo y que aún lleva su nombre, Vicente Gandía Pla, estaba ubicada en el Puerto de Valencia. 'Mi abuelo se vino de Agullent (comarca de La Vall d'Albaida, en Valencia) a Valencia a buscarse la vida, y pasó de peón agrícola que era en su pueblo a trabajar como asalariado de las empresas de exportación de vinos que estaban en la zona portuaria y que básicamente se dedicaban a enviar vino a granel a otros países, especialmente a Francia', explica. Con el tiempo, Vicente Gandía se convirtió en agente libre, 'hizo unos ahorritos' y se estableció como comerciante. La compra de unos solares cercanos al puerto fue el arranque de la actividad de la bodega, aunque durante muchos años sólo se dedicaba al comercio del granel.

æpermil;se fue el principal negocio de la empresa durante varias décadas. No sólo por la inercia que existía en el sector vitivinícola valenciano, sino porque los precios eran mucho mayores en la venta de la materia prima que en una hipotética venta al por menor. 'Sin embargo, había que dar el salto y eso ocurrió durante la década de los setenta, cuando decidimos hacer los primeros pinitos en el embotellado con la marca Castillo de Liria'. Era un embotellado completamente artesanal, es decir botella a botella, que ahora José María Gandía recuerda con una sonrisa cuando recorre la moderna planta de embotellado con que cuenta la empresa en Chiva (Valencia), aunque eso vendría más tarde.

El mercado exterior, clave del éxito

'Cuando hicimos las primeras botellas, nos fuimos a buscar clientes, y nos dirigimos personalmente a Superette -una, por entonces, importante cadena de supermercados valencianos que años más tarde fue adquirida por Mercadona- donde el responsable de compras nos dijo algo así como: 'Vino valenciano no vendemos nada', sin embargo conseguimos que nos hiciera un pedido y se convirtió en nuestro primer cliente', explica José María Gandía, recordando la ingenuidad de los primeros años que les permitió el atrevimiento necesario para entrar en los mercados.

La empresa fue creciendo, especialmente en el mercado exterior, donde el propio José María Gandía viajaba para vender sus caldos. Sabe inglés y francés -estudió en la Escuela de Comercio de Suiza- y con sus productos bajo el brazo recorría los potenciales clientes, intentando sortear los problemas arancelarios que suponía por entonces la no pertenencia de España a la Unión Europea. Así, Bodegas Gandía llegó a convertirse en una de las empresas españolas que más vino exporta. La experiencia de años enviando la materia prima sirvió de inestimable ayuda para esta apertura de mercados, ya que aprovechó los contactos comerciales que tenía de los años anteriores en el exterior.

José María Gandía, que conoce por su nombre y saluda al centenar de empleados que trabajan para él, recuerda también uno de los momentos delicados de la compañía a principios de la década de los noventa. 'Seguíamos entonces, ya con un importante volumen de embotellado, en las instalaciones del Puerto de Valencia y teníamos problemas de todo tipo: con los vecinos, con la policía... definitivamente se nos había quedado pequeño para el tráfico de camiones, por ejemplo, que se generaba, por lo que nos planteamos dos hipótesis: o liquidábamos la empresa o nos mudábamos'. En 1992, ya con la cuarta generación de la familia en la empresa, Bodegas Gandía trasladaba toda su producción a Chiva, una localidad a mitad de camino en la zona de la Denominación de Origen Valencia y cerca de la de Utiel-Requena, el lugar del que se abastece la compañía.

La juventud de los tres hijos de José María Gandía que se incorporaron a la empresa y el buen entendimiento entre ellos -'nos entendemos muy bien, mucho mejor que yo con mi padre'- hizo que la bodega diera un vuelco importante e hiciera una apuesta fuerte por los vinos de calidad, con la puesta en marcha de un parque de barricas, algo muy extraño en aquella época en la zona de Utiel-Requena, donde el granel y el vino de mesa seguía siendo la principal fuente de ingresos. 'Les he dejado mucha libertad y le han dado un impulso muy importante', afirma.

Y ese impulso se ha traducido en un importante cambio de imagen de la firma, especialmente a través de su vino Ceremonia, con el que Bodegas Gandía está rompiendo una tendencia importante: la ausencia de vino de Utiel Requena en los grandes restaurantes. 'Establecimos toda una estrategia para su lanzamiento: primero hicimos un buen vino, después elegimos los restaurantes de tres estrellas de la guía Michelín e iniciamos una ronda personal mis hijos y yo que consistía en ir a comer y después vender el producto. Fue una labor compleja pero gratificante', explica José María Gandía, que mira al futuro con el objetivo de entrar de forma firme en el mercado nacional.

Puente de Mando

 

La empresa

 

 

 

La empresa Bodegas Gandía se fundó en 1885 por Vicente Gandía Pla, abuelo del actual presidente. Inicialmente se dedicaba a la exportación desde el Puerto de Valencia de vinos a granel. En la década de los setenta empezó a embotellar y actualmente vende 50 millones de botellas de vino bajo el amparo de la Denominación de Origen Utiel-Requena. El año pasado cerró el ejercicio con unas ventas de 48 millones de euros, de los cuales el 90% proviene de las ventas al mercado exterior, especialmente países de la Unión Europea.

 

 

 

 

 

 

El producto

 

 

 

Bodegas Gandía se abastece en las zonas de las Denominaciones de Origen (DO) Valencia y Utiel-Requena. De allí sale la uva que formará parte de sus vinos de mesa, los jóvenes, los varietales, los de crianza y los reservas. Su buque insignia es Ceremonia, un vino con el que han entrado en los grandes restaurantes españoles, algo muy complicado para los caldos de fuera de las DO más prestigiosas. Para salvar este obstáculo y ampliar gama, recientemente llegó a un acuerdo con Viña Gótica para elaborar un rioja bautizado como Pla i Ferri.

 

 

 

 

 

 

La Hoya de Cadenas

 

 

 

La empresa que preside José María Gandía está inmersa en una inversión de 15,03 millones de euros que tendrá culminada en su totalidad el próximo año. La imagen muestra la maqueta de la gran bodega a levantar en los terrenos, con viñedos propios, adquiridos en un paraje de Utiel, la Hoya de Cadenas, donde se incluye un parque con 15.000 barricas y zona de elaboración, a la que se unirá un complejo recinto con tienda y restaurante de lujo para abrirse al turismo.

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