Sello de garantía para vender a los musulmanes
Una de las características más conocidas en Occidente sobre la cultura islámica es la prohibición de comer carne de cerdo. La compleja elaboración de los alimentos hace difícil que el consumidor islámico pueda discernir solo si los productos que compra se ajustan a la ley islámica, es decir, si son productos denominados halal (permitidos o saludables) o son por el contrario productos haram (prohibidos o nocivos según el Corán o libro sagrado).
La Junta de Andalucía y la Diputación de Córdoba han aunado sus fuerzas para incentivar la fundación de la primera entidad española que certifica los productos y servicios halal, es decir, los que han sido elaborados de acuerdo con lo que permite o aconseja la ley islámica para sus fieles. Así ha nacido el Instituto Halal, dependiente de la Junta Islámica de España, que opera en todo el territorio nacional. La entidad incorpora un sello o contraetiqueta de calidad para los productos.
Los musulmanes constituyen una comunidad de 1.300 millones de personas en todo el mundo, la mayor parte de ellas concentradas en áreas de influencia para las exportaciones españolas y, específicamente, para la industria agroalimentaria andaluza.
En España existen 700.000 musulmanes de origen extranjero y 50.000 españoles. Sólo en el mercado de Estados Unidos, el negocio de las empresas que venden productos certificados Halal mueve 2.000 millones de dólares. Pero además el sello Halal abre las puertas de la exportación. Según el presidente de la Junta Islámica de España, Francisco Escudero, el Instituto Halal mantiene relaciones con las Cámaras de Comercio de la mayoría de países de tradición islámica, las cuales aconsejan o favorecerán la entrada en sus países de productos que portan el distintivo.
Actualmente hay seis empresas certificadas: La Carloteña, Fribin, Coren Internacional, Fercesa, Purac Bioquímica y Carta Maestra, y otras seis en proceso. La mayoría de las que cuentan con la etiqueta pertenece al sector cárnico, aunque también hay empresas de catering y un fabricante de ácido láctico.
Un producto halal no puede contener carne o grasa de cerdo ni de ningún animal reptil o carroñero. Para el resto de los productos cárnicos, el sacrificio debe ser preferiblemente manual. También es importante que la cabeza del animal mire hacia La Meca en el momento del sacrificio, si bien algunos islamistas consideran salvado el trámite si la máquina que mata al animal consigue dejarle la cabeza en esa posición en el momento del óbito.
El alcohol también está prohibido. Los utensilios usados en el tratamiento de productos halal no pueden utilizarse para productos prohibidos. El matarife no tiene por qué ser necesariamente musulmán, pero sí creyente de alguna fe monoteísta, incluida la hebrea.
En los productos elaborados, los consultores del Instituto Halal realizan análisis incluso de ADN para identificar el fraude con grasas animales en productos como la leche o el aceite. El Instituto Halal pretende llevar su sello a todos los establecimientos de restauración españoles.