Las flores de Paradores
A Ana Isabel Mariño le gustan los ornamentos florales, frescos o secos, trabajar rodeada de antigüedades y rescatar objetos relacionados con la red hotelera que preside, como un bargueño del siglo XV o una pintura de Vela Zanetti
No le gusta que le hagan fotografías y le incomoda posar en distintos rincones de su despacho. Aun así, accede. La presidenta de Paradores, Ana Isabel Mariño, prefiere hablar. Es una mujer de verbo rápido, a la que le gusta trabajar rodeada de flores. Frescas o secas, es indiferente. Tiene centros florales por todas las esquinas. Algunos le han acompañado en su periplo por la Administración, por el Ayuntamiento de Madrid y por el Ministerio de Economía. Sobre la mesa de trabajo, flores frescas. 'Me gustan mucho las plantas. Cuando me retiran las flores frescas para cambiármelas, noto que me falta algo'. Orgullosa, como si de alguien allegado se tratara, asegura que 'siempre que entra alguien en mi despacho me hace algún comentario de lo bonitas que son las flores que tengo'. Y eso enaltece.
Luego, y sin desprenderse de ese halo de satisfacción que la rodea, muestra un repertorio de fotografías, ninguna de su familia, que la han acompañado en su trayectoria profesional. Una con todas las mujeres que componían el equipo de Rodrigo Rato, en inauguraciones, en Silos con el presidente José María Aznar o con los directores de los distintos paradores. La única concesión personal que tiene Mariño, que lleva muy a gala lo de ser una profesional exigente, es una especie de pisapapeles moldeado por su hija. 'Me gusta trabajar rodeada de cosas que tienen que ver con el negocio de los paradores'. Por ejemplo, un bargueño del siglo XV, que sirvió como moneda de pago de un cliente moroso. Lo ha restaurado y ahora lo exhibe en su despacho. 'Es una joya y mientras que yo esté aquí seguirá conmigo'. O la mesa de centro, que se sostiene sobre una base con restos de un retablo del Parador de San Marcos (León). O el cuadro de Vela Zanetti, que alguien robó de un parador -prefiere no decir el nombre del local- y que fue recuperado por la Interpol. Ahora está blindado y custodiado en su despacho. También ha rescatado del olvido un aparador-librería, en el que guarda maquetas de los edificios más emblemáticos de la red de paradores. Y un mapa con la red, ya antigua, de establecimientos de la cadena. 'Quiero que en mi despacho se respire Paradores por todas partes'. Pero si por algo siente pasión es por las velas. Lo explica: 'Me encantan y siempre las tengo encendidas. Dan sensación de placidez y limpian el ambiente'. Reconoce no tener muchas manías. Si acaso, admite que le inquieta la falta de programación. 'Me molesta que la gente no sepa dónde va porque no se puede perder el horizonte'. Y continúa: 'Yo planifico siempre y procuro seguirlo. De esta manera, se involucra a la gente y se consiguen los objetivos'.
Mariño, madrileña, licenciada en Derecho, madre de dos hijos y, según una semblanza que aparece en la memoria de Paradores, 'mujer dinámica donde las haya (...), fiel exponente de que el talento no tiene sexo, luchadora, inconformista y tenaz, sobre todo cuando sabe que las cosas se pueden mejorar, ha sabido compaginar una de sus devociones, la familia, con la responsabilidad de la cadena hotelera más prestigiosa nacional e internacionalmente...'. Llegó al cargo hace dos años, después de ejercer la abogacía, de ser jefe del servicio jurídico y de recursos humanos del Instituto Municipal de Empleo y Formación Empresarial de Madrid, y de ser nombrada, entre otros cargos, directora general de política de la pequeña y mediana Empresa. Ha sido consejera de la empresa Santa Bárbara, presidenta de la Sociedad estatal para el Desarrollo del Diseño y de la Innovación o de la Empresa Nacional de Innovación. Su devoción, según su currículo, es que 'Paradores siga creciendo por la calidad'. Este año invertirá 55 millones de euros en mejorar la red de establecimientos de los 173 millones de euros programados para el periodo 2000-2004.
El detalle de las alfombras
Ana Isabel Mariño es una mujer a la que parecen gustarle los detalles. Le gustan las alfombras y se ha ocupado de que en su despacho haya zonas especialmente mullidas. Los maceteros reposan sobre pequeñas alfombras. 'Me gustan porque dan calidez a la estancia'. La mesa de trabajo y la silla la heredó de su antecesor, pero de la zona de estar, la del sofá y unas sillas antiguas (que también pueden verse en algún parador) se ha ocupado ella. A veces, que no cuando tiene trabajo urgente, le gusta trabajar con música.
Dice ser muy exigente y rigurosa, ya que de su gestión 'dependen muchas personas', entre ellas los clientes, 'lo más importante'.