'El líder da ejemplo con pequeños gestos'
Gustavo Zerbino, médico de 48 años, presidente de Merck Uruguay, jugador de rugby y padre de cuatro hijos, aconseja a otros ejecutivos sobre cómo tomar decisiones. æpermil;l tuvo que decidir si comía carne humana en el accidente aéreo de los Andes
Fue uno de los 16 sobrevivientes del accidente aéreo de los Andes, donde murieron 13 personas. Gustavo Zerbino, uruguayo de 48 años, es presidente de la compañía farmacéutica Merck en Uruguay. Comparte su trágica experiencia en la cordillera chilena -en la que tuvo junto al resto de sus compañeros del equipo de rugby que decidir comer carne del resto de los fallecidos para poder sobrevivir- con otros directivos de empresas. La semana pasada aconsejaba en el IESE sobre el liderazgo y la toma de decisiones. Habla, sin esbozar ni una sonrisa, de manera apasionada sobre su experiencia. Y asegura que es un hombre feliz.
Pregunta. Usted se ha convertido en modelo de estudio en las escuelas de negocios, ¿a qué cree que se debe el interés que genera entre los ejecutivos?
Respuesta. En primer lugar, la vida me ha dado la oportunidad de vivir situaciones fuertes y críticas. Obtuvimos resultados, logramos sobreponernos y construir una sociedad y un plan estratégico que nos permitió sobrevivir. La gente se da cuenta de que el potencial humano, físico y espiritual lo usamos al 5%. Si definimos lo que queremos hacer y establecemos una estrategia, se pueden conseguir buenos resultados. Soy material que puede servir de ejemplo de cómo salir adelante. Tengo mucho que aprender y paso mucho tiempo con personas que elaboran un diagnóstico. Hay que discernir qué cosas dependen y qué cosas no dependen de mí. No me aferro a cómo deberían ser las cosas. Cuando uno aprende a que las cosas que ocurren son como nubes del cielo, se van repartiendo funciones y adquiriendo un compromiso en aras de un objetivo. La vida es una fiesta y hay que vivirla con optimismo, con humor, no me puedo perder disfrutar del viaje. Eso es lo que he aprendido de la experiencia. Llevamos dentro el timón de una nave.
P. Para decidir si uno se come a un amigo, aunque sea en una situación extrema, ¿hay que tener una gran fortaleza?
R. No es una cuestión de fortaleza, sino de decisión. El primer manipulador que tengo soy yo, en dirigir mi vida en la dirección que quiero. No puedo ser una víctima. Hay gente que elige pasarlo bien o mal. Si tengo el control de mi estado voy a tener un amortiguador para obtener una respuesta. Me comunico siempre conmigo.
P. Usted fue una de las personas que lideró la decisión de que para sobrevivir había que comer carne humana.
R. Teníamos la información de que había energía. La necesitábamos para trepar la montaña y sólo había cuerpos muertos, que tenían esa energía que necesitábamos para salir de ahí. Al principio, sólo el pensarlo molestaba, luego lo empezamos a aceptar en la mente. Habíamos perdido unos 20 kilos y para salir de allí teníamos que comer, pero todos. Fue una etapa de discusión y de análisis. Teníamos la opción del suicidio colectivo. Fue difícil hacerlo porque contábamos con tabúes físicos, mentales, religiosos. El primer paso fue el más difícil, pero luego sigues caminando. Tomar decisiones cuesta mucho en una cultura tan racionalista como la nuestra. Recibimos la información por medio de los sentidos, pero luego hay que actuar. Para ello tienes que ser una persona comprometida y responsable, creíble, y eso se consigue por medio de la acción.
P. En momentos adversos, ¿qué papel juega el trabajo en equipo?
R. No existe el trabajo si no existe el equipo. Es imprevisible quién va a coger las riendas, pero estar siempre unidos es importante. Nosotros éramos un equipo de rugby, hicimos un viaje para disfrutar y nos caímos. Nos tocó vivir experiencias muy duras, pero también muy lindas. A mí me ofreció la oportunidad de crear unos valores, tener una vocación de servicio. Cada segundo que vivíamos era como si fuera el último. æpermil;ramos muy creativos. Nuestra creatividad se despertó a límites inimaginables.
P. ¿Es en los momentos de tensión cuando surgen los verdaderos líderes?
R. Los líderes están en todos lados. En la adversidad es cuando parece que uno dio un paso adelante, pero lo que ocurre es que alguien dio varios pasos atrás. El liderazgo podemos encontrarlo en el ejemplo. El líder es el que da ejemplo con pequeños gestos. En la cordillera, el líder era el que reía, el que te hacía una caricia, siempre era alguien distinto. A 4.000 metros de altura no tienes fuerza ni para levantarte, pero cuando ves que un compañero con una pierna rota se levanta, ése es el líder. El amor que sentíamos en esos momentos tan adversos se acentuó. Hay que aceptar la realidad y, a partir de ahí, decidir.
P. Si comparamos la decisión que tuvieron que tomar con la que toman a diario los ejecutivos de las empresas, éstas pueden parecer insignificantes.
R. Siempre la decisión más difícil es la de mañana. Si eliges ser directivo, hay que saber que la decisión es el hierro caliente que tienes que utilizar todos los días. La decisión no es otra cosa que modificar rumbos. Para ser directivo o tomar una decisión hay que estar dispuesto, tener la valentía de reconocer para qué no se está capacitado y ser capaz de sostener cualquier decisión.
P. ¿Sirve de terapia recordar las experiencias trágicas?
R. Para mí lo que me ocurrió en la cordillera es como una pretemporada en deporte. Me permitió darme cuenta de una realidad. æpermil;ramos 16 experiencias, 16 personas. Lo que ocurrió fue una realidad, pero luego las 16 personas las vivimos de una manera diferente. Cuando tienes miedo y te sientes mal, el umbral se achica. Sentirse bien o mal es una decisión y la gente lo suele delegar en el entorno.
P. Entonces, ¿ha decidido que el resto de su vida sea feliz?
R. Mis días son intensos. Es una explosión. Vivo cada uno de ellos como si fuera el último. Cuando me enojo soy de lo peor porque siempre procuro dar a la gente lo mejor de mí, y si ese esfuerzo no lo ven otras personas, entonces me enfado muchísimo.