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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una cumbre perdida

La cumbre que hoy celebrarán Estados Unidos y la Unión Europea en Washington se perfila como una ocasión perdida para avanzar en la búsqueda de soluciones a las diferencias que mantienen uno y otro lado del Atlántico en materia comercial y en importantes áreas de la política internacional. Bajo la consigna de la agenda positiva, pensada en principio para los asuntos económicos pero generalizada al resto, Bruselas elude entrar a debatir los planteamientos de Washington en principios que ya ha demostrado inamovibles, como las emisiones contaminantes, el posible bombardeo a Irak o el amplio listado de enfrentamientos comerciales. A cambio, ambos ofrecerán una imagen de armonía que se sustenta en la existencia de una única potencia en el actual orden mundial y en la aceptación por parte de Bruselas de ese papel.

La agenda económica positiva a desarrollar 'en los próximos años', según Washington, se limita a reforzar la cooperación ya existente de los sistemas financieros, avanzar en la armonización de las normas veterinarias y fitosanitarias y la regulación de la agricultura ecológica. Un temario que a todas luces resulta timorato, dados los retos y los riesgos que afronta en estos momentos la economía mundial. Tras el compromiso alcanzado en noviembre en la cumbre ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Doha, bajo el impacto de los atentados del 11 de septiembre, las prácticas proteccionistas iniciadas por EE UU con los aranceles al acero, y que poco a poco se van extendiendo a otros países y otros sectores de la industria estadounidense, amenazan seriamente con arruinar la nueva ronda de liberalización comercial acordada en Doha.

La reunión del cuarteto (EE UU, la UE, la ONU y Rusia), posterior a la cumbre, para abordar el conflicto de Oriente Próximo trata de escenificar el talante dialogante e imparcial de Washington en el conflicto árabe-israelí, aunque el desarrollo diario del mismo ponga en evidencia que únicamente Estados Unidos tiene capacidad de influencia en la región y que su postura se decanta claramente en favor de una de las partes. Los objetivos de la segunda fase en la guerra contra el terrorismo simplemente no se discutirán porque no toca. Sólo cabe esperar algún avance significativo en la lucha y contra la financiación del terrorismo, si EE UU y la UE consiguen finalmente consensuar su lista de organizaciones.

El diseño de los contenidos de la cumbre pone en evidencia el menguado papel de la UE frente a EE UU, una situación que agudiza la disparidad de intereses y de alianzas en el seno de los Quince. Sólo una verdadera política exterior común puede reforzar el papel que hoy juega la UE en el orden internacional.

Como muy bien resaltan una y otra delegación, son más las cosas que unen a Washington y Bruselas que las que las separan, pero la cumbre parece una clara oportunidad perdida para propiciar avances.

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