Pincelada liberal en Barcelona
La Cumbre de Barcelona ha conseguido una sola certeza: la liberalización en 2004 de los mercados de energía para los clientes industriales. La reunión de primavera de los Quince da a luz a una medida de alta intensidad emblemática: Europa da a sus empresas una ventaja competitiva, igual que se hace ya en EE UU.
Pero, en lo social, hay que contentarse con un vago catálogo de más o menos buenas intenciones. El objetivo principal de este encuentro catalán apuntaba, sin embargo, a evaluar el grado de progresión en la estrategia de Lisboa, la misma que, hace dos años, decretaba el pleno empleo para 2010 (...).
En Barcelona, las miradas se dirigían más bien hacia EE UU y sus signos serios de recuperación económica, mientras que de lado europeo hay que contentarse de momento con un traqueteo. En este contexto, la presidencia española ha optado claramente por una aceleración de la integración de los mercados (...). Queda, sin embargo, una interrogante sobre la perennidad del 'modelo social europeo'. En Barcelona, los Quince han pedido una revisión de la reglamentación del mercado de trabajo con el objetivo de favorecer la creación de empleo. Uniendo los actos con la palabra, Berlusconi, por citar sólo un ejemplo, ya ha respondido a ese ruego suprimiendo el artículo de la reglamentación italiana que protegía a los trabajadores contra los despidos abusivos (...).
El estrabismo creciente en dirección al modelo estadounidense no puede dejar de inquietar en una Europa que no cesa de querer afirmar su diferencia. Lo mismo que la sordera tenaz hacia las peticiones de los manifestantes -más numerosos en cada encuentro- que insisten en que 'es posible otra Europa'.