'Debemos tratar la crisis del acero sin recurrir al revanchismo'
La Conferencia Internacional de Cámaras de Comercio se celebró la semana pasada en Barcelona con la crisis del acero entre la Unión Europea y Estados Unidos como telón de fondo.
Miguel Rodríguez Mendoza, director general adjunto de la Organización Mundial de Comercio (OMC), aprovechó su asistencia a la cumbre para lanzar un mensaje de confianza respecto a la solución de este conflicto.
Pregunta. Desde su posición de árbitro en la OMC, ¿qué consecuencias puede tener la crisis del acero entre Europa y Estados Unidos?
Respuesta Se trata de un conflicto importante, pero hay que analizar las cosas en su verdadera dimensión. Estados Unidos aplica medidas de salvaguarda que en su opinión son justificadas. Europa tiene una opinión distinta, pero puede recurrir a la OMC y cuestionar esta medida.
P. ¿Cómo se puede solucionar el conflicto?
R. Para mí, como funcionario de la OMC, es difícil opinar, porque se están utilizando mecanismos de salvaguarda de nuestra organización. Lo importante es que se asuman las cosas sin tener que llevarlas a los extremos en los que a veces se cae, multiplicando medidas similares.
P. ¿Prevé una escalada del conflicto hasta el extremo de dificultar el logro de los objetivos acordados en la Conferencia Ministerial de la OMC en Doha y que prevé cerrar en tres años una nueva ronda de negociaciones?
R. Habrá que esperar a ver cómo evolucionan las cosas, aunque sin duda tiene impacto en la negociación.
P. ¿En los productos agrícolas de ambas partes?
R. Los productos agrícolas están bastante protegidos hoy en día. De lo que se trata es de abrir el mercado tal y como está planteado en la declaración de Doha, disminuyendo los subsidios a la exportación y favoreciendo una mayor reglamentación de las ayudas internas a la producción. Eso no tiene porqué verse afectado por ninguna medida tomada por ningún país en ningún sector. Si hay una tarea urgente para todos, es promover una mayor y mejor aplicación de la normativa de la OMC al comercio de productos agrícolas.
P. ¿Va a ser posible alcanzar en tres años todo lo que se había propuesto en la cumbre de Doha?
R. No va a ser fácil dada la cantidad de participantes en las negociaciones y su complejidad. Estas conversaciones se basan en el principio de que todo tiene que completarse en el mismo momento. Cada negociación forma parte de un todo único. Eso hace que se trate de un proceso muy complejo. Lo importante es que estamos consiguiendo avances. En la ronda Uruguay, por ejemplo, nos pasamos todo el primer año de las negociaciones preparando las discusiones, cómo organizarnos. Ahora creo que hay voluntad de avanzar por parte de los países. Lo que está ocurriendo en Ginebra es un signo alentador en ese sentido.
P. ¿Cuáles van a ser las materias más complicadas a la hora de negociar?
R. Casi todas son complicadas. La agricultura, sin duda, es políticamente un tema muy sensible y difícil en muchos países. El comercio de servicios, en cambio, es el menos polémico, pero su complejidad no deja lugar a ninguna duda. Cubre una gama muy amplia de actividades económicas: servicios financieros, telecomunicaciones, transporte, movimiento de personas, etc.
P. ¿Qué problemas presenta la negociación con los países en desarrollo?
R. Lo cierto es que, políticamente, los llamados 'temas nuevos' o de Singapur van a ser difíciles. Las negociaciones están divididas entre los países desarrollados que quieren negociarlos y los países en desarrollo que no quieren. Muchos países en desarrollo, no todos, piensan que es negativo para sus intereses tener negociaciones en áreas como las inversiones y las políticas de competencia. Es por esto por lo que hace falta acometer un proceso educativo importante.
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